Cortes.

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Yo.
Yo no soy una suicida. A pesar de mis cicatrices en los brazos.
El suicidio es una forma de rendirse ante la vida. Y yo no me voy a rendir.
Las cicatrices me recuerdan que soy fuerte. Que puedo aguantar todo esto.
Las cuchillas son mis grandes amigas.
Cada vez era más frecuente oír que gente se cortaba, sabía que me tomarían por loca, pero lo hice.
Pensé que sería mejor si hacía como si me fuera a duchar. Y cojí la cuchilla y empecé suavemente a rozarla con mi piel. Apreté un poco más, ya que no lo notaba casi, y ahí empezó todo. La pasas fuerte, el metal está frío y lo sientes por tu piel y cuando lo quitas, notas que empieza a arder, es un ardor un tanto doloroso, pero placentero a la vez. Entonces ves que se enrojece, mientras el ardor continúa, hasta que ves unas pequeñas gotas de sangre emerger de la separación entre la piel y te arde más y más.
Tras un par te sientes más relajada. Así comenzó tal vicio que pudo acabar conmigo.
Cada vez necesitas apretar más, que duela más para seguir. Lo de antes ya no te sirve, ya es casi rutinario.
Poco a poco, vas recurriendo más y más a ese dolor. Llega tal momento que te miras al espejo y ves a esa chica, con los muslos ensangrentados y con la barriga llena de cortes y te preguntas ¿por qué hice eso?

Sonrisas y lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora