Epílogo.

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¡Hola mis bonitos lectores! Ayer estaba demasiado estresada para poder cumplir con el plazo de la dinámica pero hoy puedo dejar un discurso más coherente.

Las pobres personas que me han leído en más de un fic y me conocen, saben que soy super ansiosa e insegura con las tramas, así que no puedo agradecerles lo suficiente no solo por el apoyo, sino por el cariño. Cada voto, comentario, leída, lo que fuese, me hicieron infinitamente feliz. Puede que sea una idiotez porque son fics, pero de nuevo, uno nunca sabe lo que hay detrás de ellos o de las personas que se involucran en la trama. 

Creo que lo que quiero decir es: muchas gracias por leer, y si tienen una idea salten a la piscina por ella, uno nunca sabe a quien le puede terminar gustando.

¡Espero que les guste!

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Ash Lynx estuvo en prisión durante 10 años.

Aunque la situación era ridícula, Max jamás dejó de apoyarlo con sus terapias, era poco ortodoxo tener sesiones psicológicas en el patio de la prisión o en la biblioteca, sin embargo, funcionaron. Fue un proceso lento, doloroso y repleto de recaídas, él debía abrir constantemente sus heridas para desinfectarlas y volverlas a suturar, la paciencia que Ibe le tuvo durante esa década fue admirable, no obstante, él se sentía bien.

Sí, había matado.

Sí, tenía una libreta con sus víctimas.

Sí, estaba quebrado, pero...

¿Quién no lo estaba?

Fueron pasos pequeños que para él significaron una vida. Él no solo pudo perdonar al pequeño niño en sus memorias, él se convirtió en el adulto que necesitó, en un hombre a quien Eiji Okumura habría estado orgulloso de amar. Tonto ¿no? Ni el tiempo, ni el desgaste, ni la crueldad pudieron romper los sentimientos que había forjado por el periodista. Supuso que era cuestión de almas gemelas, él no podía enamorarse de alguien más porque le había regalado su corazón desde que lo conoció. Pero estaba bien, él se convirtió en el mejor reportero de Nueva York, él se transformó en el «Fly Boy».

Estar en prisión no fue tan terrible, el aislamiento fue la lluvia que revitalizó sus pétalos y sanó sus espinas. El tiempo ahí dentro casi le pareció irreal. Gracias a los hombres de Dino Golzine él se ganó el respeto de toda la comunidad, al parecer él tenía talento para pelear, o tal vez sus contrincantes eran realmente patéticos. La compañía de su mejor amigo también aminoró el dolor, Shorter solía escabullirse durante las noches para charlar con él o le traía comida de contrabando, hasta la víbora venenosa lo fue a visitar.

Cuando dejó de odiarse a sí mismo él comprendió que era bastante amado.

Y por primera vez él se permitió aceptar esa felicidad.

—¡Acá viene! —Rosas y pancartas lo recibieron cuando se acercó hacia el pasillo.

—¡Felicidades! —Sin importarle las miradas de sus compañeros, Shorter se colgó de su hombro—. ¡Te redujeron tres años de sentencia por buen comportamiento! ¡Hombre, lo sabía!

—Aslan... —Max estaba hecho un mar de lágrimas cuando lo aprisionó contra su pecho—¡Me siento tan orgulloso de ti! —El rubio se había convertido en todo un adulto, él acarició aquellas hebras doradas, la barba le raspó la mejilla cuando se apartaron—. Necesitarás un buen corte de pelo, luces como un pandillero. —Él bufó.

—Por favor, él luce como tú. —Yut-Lung Lee chasqueó la lengua desde la esquina—. Ambos tienen la misma barba ridícula. —El alcalde se acarició el mentón, ofendido.

Killing me softly.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora