En su cabeza pasaban miles de imágenes de esa noche, no dormía bien y nada podía hacerle olvidar ese maldito accidente.
Ese episodio lo marcó de por vida. Dejó todo sin excusas, se refugió en su plena soledad fría, el mejor jugador de su club y una de las promesas del futuro pero todo cambió ese 30 de diciembre del 2010, se volvió oscuro sin poder despertar de esa pesadilla.
Dos veces por semana la misma charla con el psicólogo.
—Frío hacia ese 30 de diciembre, puedo ver la hora eran las 02:45 de la madrugada, toda la autopista tranquila algunos autos que circulaban esa noche. Estábamos contentos los tres por disfrutar las vacaciones. Cómo si fuera ayer lo recuerdo era en pleno invierno, todo congelado manejaba no tan alta velocidad. Podía verla desde mi costado, tranquila bella, recuerdo sonreír...no sé qué ocurrió algo hizo que el auto se despisté de la ruta haciendo que perdiera el control. Luego todo se vuelve oscuro —dice mientras entrelaza sus dedos.
Movía las piernas nervioso, ya no era la misma actitud y tampoco quería volver a ser otro.
—Señor Mayer, eso ya me lo ha contado. ¿Qué siente? —anota en su libreta esperando una respuesta.
Frunce el ceño —Ya le dije, frío y luego todo oscuro. ¡¿Me escucha?! —grita.
Lo queda mirando —Tranquilo lo hago, pero—lo interrumpe.
—He matado a dos personas, ¡¿no se da cuenta?! ¡Soy un asesino! —Se logra parar, y tomándose la cabeza comienza a caminar de un lado hacia otro nervioso completamente.
—No lo es. Sólo se está echando la culpa de algo que fue un accidente —lo queda mirando ahí sentado junto con su libreta, lapicera en mano y mirada observadora.
Se acerca hacia donde estaba su psicólogo —No me diga eso y me haga creer algo que usted no estuvo esa noche en el auto —lo apunta con su mano.
Levanta su mano para que tome distancia —Tranquilo, está nervioso y eso no es bueno —dice usando su celular.
Comienza a caminar pensando sin querer detenerse mientras que su psicológo tenía la mirada ocupada en la pantalla de su celular.
—No quiero estar toda la vida con este dolor, me estoy muriendo, ¿no lo ve? —dice ya en el suelo arrodillado.
El psicólogo se levanta de su lugar hablando por celular mientras él se queda repitiendo lo mismo varias veces tomándose la cabeza y hamacándose por sí mismo. De pronto unos ruidos hacen que su mirada viajará hacía los zapatos que estaban frente a él, era una mujer que con el gesto serio lo observaba.
De sus labios se puede ver que sonríe y extiende su mano, la cual toma despacio y se levanta del suelo. Se quedan mirando. Él con los ojos llenos de lágrimas, apagado tal vez indiferente mientras que ella todo lo contrario en sus ojos habitaba el brillo total de todo paraíso de paz.
—Señor Mayer he creído mejor llamar a mi practicante. Ella es de confianza y puede ayudarle —se queda parado el anciano.
—¿Qué? —dice él desviando su mirada a su doctor.
Su vida era un desastre total, ¿algo que le había quedado?. Sólo los recuerdos tristes y mucho dinero. Un completo millonario deprimido sin razones de seguir viviendo, ya nada le importaba sólo quería retroceder el tiempo volver a lo de antes:
Ser el futbolista feliz que disfrutaba de estar en una cancha de fútbol, simpático y alegre que tanto quería, así como también volver a verla sonreír. Todavía tenía su sonrisa cada vez que cerraba sus ojos, ahí estaba ella mientras corría a sus brazos, cada abrazo y besos. Era todo lo que amaba pero en segundos se le fue de sus manos...perdió todo: las ganas de seguir jugando al fútbol, a ellos dos ya no le quedaba nada ni nadie.
Abandonó el fútbol luego de aquel accidente, sus ataques de pánico le agarraban de manera inesperada, su depresión lo consumía sin dejarlo vivir tranquilo, el insomnio lo desorientaba y la falta de tranquilidad lo mataba de a poco.
El dinero sólo lo usaba para pagarse los mejores médicos, psicólogos ya que debía recuperarse todo por obligación de su representante, lo necesitaba con el espíritu de antes y no lo lograba. Pero el sufrimiento no lo dejaba salir de ese pozo ciego que se encontraba, cada vez era peor. Todo estaba pasando lentamente, sólo fue hace un mes donde se destruyo toda su alma.
Todavía vivía en su crisis. Una voz lo sacó de sus pensamientos —Ella lo va acompañar a todos lados, para que no se sienta solo y no intente nada loco —dice sin dar mucha vuelta.
Se acerca lo más que puede —Mucho gusto, me llamo Angélica Williams —extiende su mano en forma de saludo.
No la mira a la persona que se presentaba en forma educada —Ajam —dice serio sin responder a su saludo.
Camina hacia la salida y sólo levanta su mano en modo de cortesía, cierra la puerta saliendo del consultorio. Quedando ahí el psicólogo junto con la ayudante.
Se quedan sorprendidos por la reacción de él —¿Y qué debo hacer? —pregunta preocupada.
—Agarrar tus cosas de tu departamento, irás hasta su casa y bueno quedarte a vivir con él —dice acomodando su libreta.
Angélica abre sus ojos grandes al terminar de escuchar a su jefe decir semejante cosa —¿Está loco?, me va a correr de su casa. No lo haré —dice decidida.
—Considérate despedida y sin referencia mías en tu tesis —dice seriamente.
Al escuchar esa amenaza no podía permitir que sus años de estudios se vayan a la basura por un tipo millonario que estaba deprimido. —Está bien, lo haré sólo deme la dirección —dice suspirando.
Busca los papeles y le entrega una carpeta —Creeme es importante que se recupere el señor Mayer. Sólo ten paciencia y escúchalo —dice serio.
Guardando la carpeta en su cartera —Déjeme todo a mí, yo lo resuelvo. —dice acomodando todo.
—Acuérdate sólo dos meses tienes, ya que se le terminan las vacaciones de él y debe volver a jugar—dice anotando cosas.
—Está bien señor —agarrando todas sus cosas.
Le entrega un papel —Esos son sus medicamentos, no lo alteres y haga que lo tome a horario—dice.
—Si, si adiós—sale de ahí.
Quizás no era el mejor trabajo del mundo pero era de algo que deseaba vivir por el resto de su vida, ayudando a personas que estaban mal y que debían salir de ese momento.
Con tan sólo 23 años debía asumir la responsabilidad de salvar la vida aunque también la carrera de un futbolista muy conocido en el mundo. Al recordar a ese paciente le producían nervios, miedo de no lograrlo y arruinar todo.
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¿Eres mi mejor juego?
RandomEn Edición. Un jugador de fútbol reconocido, había perdido todo lo que alguna vez amo con todo su alma. La soledad se había convertido en parte de él y los recuerdos lo ahogaron de a poco. La culpa lo consumió y una ayuda le hace recuperar todo. El...