Capítulo 3.

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Angélica estaba tan nerviosa, no sabía cómo manejar la situación con él y tenía miedo de arruinarlo todo. Así lograr que la despida y tenía que respetar las reglas mientras este bajo el techo de él.

Camina en ese largo pasillo, mirando todos los cuadros y tocando con sus pulgares algunas imágenes que estaban colgadas. «Puro arte», piensa y sigue admirando todo. Llega en donde tiene que bajar las escaleras, lo hace despacio siempre tuvo miedo de caerse de una por lo larga que eran y su mirada fija en cada escalón para no saltearse ninguno. Cuando pudo ver ya estaba en piso liso, respiro hondo y acomodo su remera. Estaba vestida con el uniforme celeste que usaba en el consultorio, y unas zapatillas con el pelo recogido.

—¡Maldición!— se pega con su mano en la frente recordando su ropa. Siempre olvida lo mismo, era que el uniforme se sentía bien para ella.

—¿Sucedió algo? —aparece caminando.                 

«¿Se cambio ropa?», se pregunta por dentro. Cuando presta atención lo ve parado esperando una respuesta con los ojos puesto en ella. Se sintió incomoda cuando pudo notar que la miró de arriba hacia abajo.

—Discúlpeme, nada. Es solo olvide de cambiarme de ropa—dice tímidamente.

—Entiendo —dice cortante.

Se va caminando al notar que se iba lo sigue por atrás. Una mesa grande, para solo dos platos. Se acomoda en un costado ya que él ocupó el lugar central de la mesa. Lo único que ve es a dos empleadas a sus costados mirando hacia el frente, paradas derecho y el uniforme puesto.

Con cuidado se acercan a cada plato sirviendo la comida, vino o agua en los vasos y se retiraban a sus lugares de nuevo.

—Gracias chicas —dice Angélica sonriéndoles.

Las muchachas asisten con la cabeza y le devuelven la sonrisa. Al ver eso él se pone serio

—No se habla con mis empleadas, come y te vas —dice cortante

—Les estaba agradeciendo por...—la interrumpe

—Guárdatelas para tí, yo les pago y ellas trabajan para mí. Vienen hacen su trabajo y se retiran. Así como tú —dice agarrando los cubiertos con sus manos.

No aguanto más su malhumor, apretó sus dientes y tiro los cubiertos encima del plato. Se levantó de la mesa —No tengo hambre, buen provecho Señor. —dice tirando la servilleta en la mesa.

Se da vuelta caminando directo a la escalera pero en su mano siente un tirón que la hace girar en su mismo eje es ahí donde lo ve a él.

—Eres una maleducada — le dice enojado —¿Nadie te enseño a respetar la mesa?. En mi casa debes hacerlo asique vuelve a la mesa, te sientas y comes —señala la mesa con su otra mano libre.

Mira hacia donde le señala, las empleadas seguían paradas en su lugar sin moverse con los ojos abiertos bien grandes. Volvió su mirada a él.

—No quiero, suélteme —sacudiendo su mano.

—Vuelves a la mesa, te comportas como una dama y te callas sino considérate despedida —dice soltándola con todo.

Se quejo del dolor. —Como usted diga—otra vez estaba siguiéndolo.

Se sentaron en la mesa una vez más, comieron en lo más profundo silencio sin mirarse, estaba tensa la situación. Mueve su mano llamando a las muchachas —Ustedes dos levante los platos —dice serio.

Conectaron sus miradas, Angélica le tenía bronca en tan poco tiempo que no quería ni pensar en el infierno que se le esperaba.

Dejó la servilleta sobre la mesa —¿Ahora sí me puedo levantar, señor? —dice irónicamente.

—Retírese —dice también levantándose de su lugar.

Angélica comienza a caminar rumbo a las escaleras pero cuando se voltea a ver, se queda parada viendo como él se servía un vaso con whisky y hielo mirando hacia arriba.

No presta tanta atención a lo que hacía, sube hasta su habitación. Algo rutinario se había vuelto caminar ese pasillo, abre su puerta y entra a su habitación. Camina lento hacia el ropero sacando su pijama, para tomar un baño caliente y así poder descansar mejor. Cuando termina de hacerlo, destiende la cama y se mete dentro de ella. Apoya su cabeza en la almohada, cierra sus ojos y se duerme profundo.

—Perdón, perdón—gritan fuerte.

Se despierta asustada al escuchar gritos provenientes de abajo, era él gritando y la voz de otra mujer intentando calmarlo.

—Soy un asesino perdón, no ves que estoy muriendo sin tí. —otro grito.

Rápidamente se levanta de la cama, baja las escaleras y ahí lo ve arrodillado con la botella de alcohol en su mano. Golpeando el piso, hablándole al techo mientras llora estaba completamente ebrio sin querer escuchar. María estaba parado frente a él intentando calmarlo pero era imposible. Al observar todo Angélica camina hacia María.

—¿Qué pasa? —pregunta asustada clavando su mirada a su jefe.

—Todas las noches son así. Toma mucho, grita y se quiere matar. El accidente lo afecto no era así Leo —dice llorando.

Angélica la abraza —Vaya a dormir yo me encargo —dice animándola.

—Está bien— dice secándose los ojos.

Una vez que se fue María estaban los dos solos, sigue mirándolo y esté sigue tomando desde su botella pidiendo perdón mientras llora. Algo tenía que hacer, se arrodilla para quedar a su altura y lo queda mirando. Los ojos de ellas estaban muriendo al ver en el estado que estaba.

—Míreme —dice nerviosa.

Él niega con su cabeza —¿Sabé que todo fue mi culpa? —con su mirada en el techo.

—Míreme señor Mayer —le repite.

El silencio fue parcial, estaba temblado frente a esa situación y no sabía la reacción que iba a tener hasta que baja su mirada para quedarla mirando.

Sus ojos estaban rojos, hinchados tanto llanto —No ve que sufro todos los días y cada vez es peor. Este dolor me asesina de a poco —golpeándose el pecho con una mano. Vuelve a beber de la botella pero Angélica lo frena y se lo saca de la mano

—No todo está terminado Señor. Estoy acá para ayudarlo. —toca su hombro.

—Entonces haga que mi vida sea la de antes llena de color, tengo miedo de quedar así siempre. No dejes que este dolor me consuma —dice tirando su cabeza al hombro de ella.

—No lo voy hacer —acaricia su cabeza.

¿Eres mi mejor juego?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora