2. « Sentimientos ocultos »

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Todo había ocurrido tan rápido.

En un abrir y cerrar de ojos, el oficial de policía de apellido Torrente se desplomó en frente de los dos jóvenes que habían sido tomados como rehenes a tiro de pistola en todo momento. Ambos chicos se miraron con cierto temor y rabia al ver que efectivamente, había fallecido por un tiroteo dirigido directamente hacia él. Las balas rodaban colina abajo mientras la sangre que poco a poco iba saliendo de aquellas heridas de bala las acompañaba.

—Joder... –musitó el rubio atreviéndose a elevar su mirada hacia los hombres con rostro oculto que posaban victoriosos en aquella escena.

No fue mucho el tiempo que pasó hasta que los dejaron libres y se marcharon junto al cuerpo sin vida del oficial para arrojarlo al mar posteriormente. Finalmente, ambos jóvenes se reunieron con el superintendente, el cual no tenía palabras para describir la angustia que había pasado durante todo ese rato en el que no tenía noticias de ninguno de sus tres agentes.

—Horacio, Gustabo –habló el mayor con voz seria mientras miraba a los dos chicos– Qué coño ha pasado. –ordenó

—Bueno –comenzó a hablar el rubio mientras tomaba aire profundamente– Han acabado con la vida de Torrente, lamentablemente

Era el único de los dos que se había atrevido a decir algo en ese momento. Su compañero simplemente permaneció en un profundo silencio reteniendo las ganas de llorar que le habían entrado desde hacía ya un largo rato. Su sensibilidad y sentimientos podían con él en este tipo de situaciones que aunque fueran unas muy especificas, no había nada más doloroso que presenciar un fusilamiento involuntario enfrente tuya sin poder hacer nada para impedirlo.

—Cómo que... –exclamó el otro por sorpresa– ¡Agh, me cago en la puta! –gritó con rabia dejando caer la pistola que llevaba en sus manos.

Horacio se agachó para recoger el arma con cuidado que su superior había dejado caer al suelo. La mantuvo en sus manos ofreciendosela para que este la tomara de vuelta.

—No... No hemos podido hacer nada –habló finalmente Horacio mientras limpiaba su nariz húmeda que poco a poco goteaba por aquel sentimiento de culpa que mantenía– Tendriamos que haber intervenido...

—¿Qué? Horacio estás loco, nos hubieran matado, ¿no lo entiendes? –se sobresaltó por las palabras de su compañero girando su cabeza hacia él.

—Ya, pero Gustabo. No hicimos nada, ni siquiera nos interpusimos, lo dejamos morir.

—Pero eso no significa que haya sido culpa nuestra. Era él, o nosotros. O los tres. No habría dado tiempo a que los tres saliéramos ilesos de allí, alguien iba a morir, estaba claro, no se andaban con bromas. –comentó colocando una mano en el hombro del de crestas– No ha sido cosa nuestra. Hay que agradecer que seguimos aquí y no estamos en el mar junto a él.

Conway tomó la pistola con rabia de la mano contraria mientras apretaba sus dientes con fuerza y disparaba al suelo de forma inesperada. Ambos chicos se sobresaltaron ante la acción contraria y simplemente guardaron silencio esperando ordenes contrarias.

Conway guardó su pistola en sus pistoleras y tomó su radio.

—Aquí... Superintendente –tomó aire– Dos, de tres. Han acabo con la vida de Jose Luis Torrente. Quiero a todo el cuerpo moviendo el culo para ir hasta la isla en busca de algún rastro que hayan podido dejar o en todo caso, algo que nos aporte información. Son órdenes, anormales de mierda –ordenó con rabia mientras apretaba su radio con fuerza.

Gustabo tomó aire de forma intensa y apartó su mano de su compañero para después cruzarse de brazos sin quitar su mirada del super.

—Y entonces... ¿Nosotros podemos irnos? –preguntó sin más.

Yo no soy el malo de la película [GtaRp] (Pausada Un Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora