Grandes olas de Homofobia

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Falta por comprender por qué la homofobia surge o resurge de modo más violento en tal época, tal lugar o bajo tal forma precisa

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Falta por comprender por qué la homofobia surge o resurge de modo más violento
en tal época, tal lugar o bajo tal forma precisa.
Más allá de las manifestaciones comunes, pareciera que las grandes olas de
homofobia obedecen por lo general a manifestaciones oportunistas. De hecho, la
Historia está llena de enseñanzas al respecto. Desde los primeros tiempos de la
revolución comunista, la homosexualidad fue relativamente “tolerada”; en su
primera edición, de 1930, la Enciclopedia soviética afirmaba claramente que la
homosexualidad no era ni un crimen ni una enfermedad. Las penurias del régimen
y el ascenso de Stalin al poder contribuyeron a endurecer las condiciones de vida;
la homosexualidad fue de nuevo penalizada en 1933 y pronto se volvió crimen
contra el Estado, signo de decadencia burguesa y, más aún, una perversión
fascista. Y, como señala Daniel Borrillo, “por una triste ironía de la Historia, la Alemania nazi instrumentaba en la misma época un plan de persecución y
exterminio de homosexuales en el cual los asimilaban con los comunistas”.
Estos ejemplos muestran claramente que la homofobia latente, e inherente al
heterosexismo, puede ser bruscamente reactivada por una crisis grave que
justifique la búsqueda de un chivo expiatorio. Habiéndosele atribuido todos los
males, la homosexualidad puede entonces volverse razón suficiente para purgas
que se juzgan necesarias: asimilada así a la herejía búlgara durante la Edad
Media, la sodomía fue utilizada como instrumento de inculpación en la lucha
contra las “desviaciones” religiosas, contra los Templarios, por ejemplo. Con una
lógica parecida, durante las guerras de religión, la homosexualidad se volvió vicio
católico según los hugonotes y vicio hugonote para los católicos; en la misma
época se le asoció a las costumbres italianas, en la medida en que la Corte de
Francia
parecía invadida por la cultura italiana; luego fue el turno de las
costumbres inglesas, cuando el imperio británico alcanzaba su apogeo; o a las
costumbres alemanas, en el momento más crucial de la rivalidad franco-alemana;
o al cosmopolitismo judío o al espíritu comunitario estadounidense de hoy. Vicio
burgués para los proletarios del siglo XIX, también fue para el burgués de
entonces algo propio de las clases trabajadoras, siempre inmorales, o de la
aristocracia, necesariamente decadente. Todavía hoy, en Medio Oriente, India o
Japón, se le percibe como una práctica occidental; en África negra, por supuesto,
se trata de un asunto de blancos.
Las múltiples formas de acción de la homofobia son a menudo ambiguas y resulta
difícil clasificar estas diversas violencias, ya sean formales, es decir ejercidas bajo
control del Estado (pena de muerte, trabajos forzados, castración, clitoridectomías,
encarcelamiento, confinación) o más bien informales (asesinatos, violaciones
punitivas, golpizas, agresiones físicas o verbales, vejaciones, acoso). Por otro
lado, esta misma distinción está sujeta a duda en la medida en que, en ciertos
países, las violencias informales cuentan con la aprobación o la complicidad de las
autoridades que se supone debieran condenarlas. Siendo tan ambiguo el papel de
las autoridades, a menudo resulta difícil precisar el límite entre lo formal y lo informal.

El Rostro Múltiple De La HomofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora