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El departamento de Lisa podría haber sido considerado amplio si el salón no hubiese estado repleto de cuadros, lienzos, caballetes y pinturas. También podría haber sido llamado elegante de no haber tenido manchas de todo tipo de pinturas en las paredes.

"Por si no lo habías notado, mi departamento es también mi estudio." Resaltó fríamente mientras lanzaba las llaves de su auto a un lado, como si no le interesaran y comenzó a bajar la cremallera de su vestido, exponiendo segundo a segundo un poco mas de la pálida piel de su espalda.

¿Realmente ella iba a desnudarse frente a Jennie?

"Está algo... desordenado." Observó. No quería ser descortés pero tampoco una mentirosa.

"Lo sé y no me voy a disculpar por ello."

"Me gusta que no lo hagas." Y era cierto. Lisa era Lisa y le gustaba siendo Lisa. No quería que se disculpara.

Y fue en ese preciso momento en el que Lisa dejó caer la tela azul del vestido de su cuerpo.

'Mierda.' Fue lo único que logró pensar. Estaba muy asombrada, pues ahora la pintora estaba completamente desnuda frente a ella y para empeorar la situación no había llevado sujetador o bragas durante toda la noche. De repente hacía mucho calor y el corazón de Jennie palpitaba tan fuertemente contra su pecho que podría haberse salido de ahí.

No sabía si era la armoniosa forma de su cuerpo, la forma en que sus múltiples curvas la llamaban o el simple hecho de que ella no parecía tener pudor alguno, pero en ese momento sentía tantas ganas de dejarse llevar por la lujuria que pensó que algún espíritu sediento de placer se había apoderado de su cuerpo. Lisa tenía una figura perfectamente proporcionada, su piel se veía tan suave como la seda y sus largas piernas la conducían directamente a su mayor deseo...

"¿Tienes hambre o sólo quieres ir a dormir?"

Jennie no respondió, había olvidado como pensar con sólo mirarla.

"Bien, como pareces bastante entretenida mirando mis pechos, comeremos algo. Tengo hambre."

***

La pintora seguía desnuda cuando ambas fueron a la cocina. Jennie permanecía sentada en una de las sillas de la moderna y manchada encimera, admirando fijamente las piernas de la artista, las cuales se movían elegantemente mientras la chica preparaba la cena. Lisa era, sin duda, una obra de arte capaz de robarle el aliento a cualquiera.

Cuando la mujer se sentó frente a ella con los pechos al descubierto no pudo contener el gruñido de frustración que escapó por sus labios y era tanta la distracción que la otra representaba que no se dió cuenta de que ahora había un plato con deliciosa comida frente a ella, hasta que la pintora empujó su mandíbula delicadamente para que cerrara la boca.

"¿Quieres que me cubra?"

Por supuesto que no lo quería pero decirle eso habría sido indecoroso.

"Supongo que si." Contestó sonrojada luego de unos segundos mientras mantenía la vista en sus ojos, lo cual fue un reto pues su mirada amenazaba con desviarse. "Es decir eres hermosa y amaría poder verte toda la noche pero no quiero quedar como una pervertida."

"No te preocupes Jennie, sé muy bien quien es la pervertida entre nosotras."

Jennie suspiró.

"Lisa por favor... estás dejando que me quede aquí y realmente no quiero aprovecharme de la situación."

"Aprovéchate. No me importa."

"Lisa por favor. Hace frío. Además quiero ser capaz de tener pensamientos coherentes mientras hablo contigo."

La Tatuadora De Libélulas //JENLISA//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora