Me remuevo en la cama perezosamente, sin ganas de levantarme, sin embargo, sé que tampoco podré dormir. Todos los días me levanto a la misma hora con ciertas variaciones, pero siempre es entre las 5:00a.m y las 6:00a.m, o al menos así ha sido casi siempre, con ciertas excepciones, como estudiar hasta tarde. Sin embargo, ya terminé la Universidad, incluso la especialización, y un doctorado. Suelo dormir a la misma hora todos los días, así me acostumbraron, y por lo monótona de mi vida tampoco intento cambiarlo. Con mi estilo de vida, incluso si hay algo a lo que aferrarme que me dé un poco de emoción, intento que dure más tiempo de lo que puedo.
Me levanto de la cama para ir al baño, para hacerme cargo de mí misma, y empezar limpia el día. Me baño tres veces al día. Al salir de la ducha, y después de cambiarme, me miro al espejo. Él dice que debería maquillarme, solo para ensayar, pero no lo encuentro necesario e mi estado, pero incluso si cambiara la situación, seguiría sin hacerlo. Solo me echo cremas, geles, cosas para mantener bien mi piel.
Salgo del baño a la cocina, decido prepararme un omelette de queso y espinaca, lo acompaño con jugo de naranja que quedó de ayer y me siento a comer, sola.
Al terminar de comer, vuelvo al baño y uso el hilo dental para eliminar los rastros de comida, luego, me cepillo los dientes. Tengo una dentadura muy bonita, terminé la ortodoncia hace años y me hacen limpiezas frecuentemente, también tengo productos para blanquearlos. Salgo del baño y tomo mi computadora, para buscar noticias, no de deportes o farándula, de avances de la ciencia y como está el mundo en política por otro lado sí. De todas maneras, la política no es lo mío, pero está bien estar informada.
Apago la computadora para pasar a mi biblioteca, tomo el libro que comencé esta semana de la mesa. A pesar de tener este lugar para hacerlo, prefiero hacerlo en otro lugar en la casa. Increíblemente, hay lugares en los que me siento menos encerrada, sigo sin comprender porque; tengo una teoría pero la encuentro ridícula considerando que, bueno, siempre estoy encerrada. Esta vez salgo al patio, esta casa, que después de tantos años aún no estoy segura de sí es mía o no, está a cierta altura, es como si fuera un segundo piso. Así que salgo al patio y es como si estuviera mirando de un balcón. Es un día hermoso, podría hacer muchas cosas, pero sin embargo estoy aquí, leyendo sola.
Sentirse sola es parte de la rutina.
La rutina varía, por ejemplo, salgo a ejercitarme algunos días y otros no. Otros me la paso leyendo todo lo que puedo sobre noticias, avances, datos curiosos y eso es todo lo que hago. A veces, leo varios libros en un día, o estudios. Estoy limitada, sí, pero intento variar. Sin embargo, algo que no falta jamás en mi rutina diaria es sentirme sola. Siempre me siento sola.
Prepararse les trae beneficios a una mayoría, eso dicen, pero a mí me ha hecho un poco miserable. Desde que llegué a aquí, gente entraba a esta cabaña para enseñarme, prepararme, guiarme, y a pesar de que no hice lazos fuertes con ninguna, hacía esto un poco más ligero. Desde que aprendí todo lo que debía aprender, que fueron demasiadas cosas, la verdad, nunca creí que terminaría, somos solo yo y esta casa. Solo yo y mi mente. Yo y mucho tiempo para pensar en que no tengo a nada, ni a nadie.
Estoy agradecida con Jeremy, por eso nunca lo he cuestionado, pero la verdad no he comprendido muy bien porque debo aislarme del mundo. Y en caso de que va a ser permanente, ¿por qué prepararme tanto? Han pasado casi dos décadas. No me gusta creer que soy débil, pero, creo que lo soy. No, de hecho, estoy segura de que lo soy. Pero tenía seis años al llegar a aquí, y él de hecho nunca ha sido malo conmigo, no había forma de que mi mente decidiera largarse porque este es un lugar seguro. Sacando mi inexplicado aislamiento de la civilización, vivo muy bien.
Ya no soy una niña y se supone que al notar lo extraño de todo esto, debería encararlo, hablar con él, incluso reclamarle, me ha quitado los mejores años de mi vida y ni siquiera se ha atrevido a explicármelo. Pero no soy capaz. Y tengo miedo. Puedes enseñarme como comunicarme con la gente, puedo aprenderme el mapa de Las Vegas de memoria, puedo saber que debo cuidarme de varias personas porque no todos son lo que parecen ser, pero son cosas que se aprenden empíricamente. Al salir al mundo, no sabría que hacer sin él. Sé que soy dependiente pero es totalmente justificable, no conozco nada.
No recuerdo mucho.
Ni siquiera recuerdo la cara de mis padres o mi hermano.
Todos los días intento recordar cómo se lucían, como me sonreían, alguna cosa de las que me hayan dicho… pero no puedo. Necesito que alguien lo haga por mí. El encierro hace que estos pensamientos se vuelvan más fuertes en mi cabeza, usualmente logro callarlos, no se siente bien, pero puedo tener un día normal. Sin embargo, a veces intento demasiado, y al no lograr nada me rompo y solo puedo pensar “no tengo a nada ni a nadie, ¿qué estoy haciendo aquí?”. También empiezo a cuestionarme porque estudié psicología, si hubiese escogido algo de cálculos, los números me tendrían más ocupadas. No es como si los libros no lo hicieran, pero cuando leo novelas o autobiografías y alguna referencia familiar aparece, la nostalgia me inunda. Me amargo de tan solo pensar que no los aprecié como debía, a pesar de mi corta edad.
Pero eso no es lo único que me da nostalgia. Los seres humanos vivimos de momentos carentes de significado que convertimos en algo cargado de ello. El primer beso, el primer amor, la primera vez, la primera decepción, demasiadas cosas. Son hechos triviales que de una forma u otra forman un gran papel en cierto punto de nuestras vidas, y yo no he tenido ninguna. Ni como adolescente, ni como adulta, ni siquiera lo logré como niña. En estos momentos debería estar planeándome metas laborales y teniendo mi primera relación seria. Debí haber quemado la etapa del primer beso, y también la del primer amor, incluso si esas estuvieran conjuntas. Soy inexperta en cosas sencillas como un beso francés y tengo veinticinco años.
A pesar de todo esto, estoy bien con mi vida, siempre podría estar mejor pero me gusta, no me ha ido para nada mal.