Bajo la cama

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Él pretendía comerme. Yo pretendía admirarlo. Vaya situación que nos ha jugado el destino.

Él me miraba con aquellos ojos negros que expresaban un dolor inigualable. Necesitaba apaciguar su cólera con algo de comida. Me miraba y la boca se le hacía agua. Sus colmillos no estaban afilados pero sus garras parecían cuchillos predestinados a rasgar la piel y hacer crujir huesos. Era pequeño, pero su intelecto superaba al de las masas. Su aliento caliente hacía temblar todo mi cuerpo y un frío recorría mi columna cuando lo miraba. Un intento de sonrisa me avisaba que estaba por acercase. Estudiaba bien el lugar y a sus presas. La oscuridad que nos arropaba era su salvación y mi destrucción.

Sus pasos resuenan por la habitación, luce inexplicablemente calmado. Su tranquilidad me carcome los nervios. Mi sábana se va arrastrando por el suelo y mi cuerpo queda al descubierto. Me ha encontrado. El juego a terminado.

Retratos de una mente insanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora