Parte 2

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Lukase despertó encerrado en una celda de huesos. Lo primero que vio fue a unos indígenas con todo el cuerpo pintado de un pigmento rojo y en sus manos se hallaban lanzas que a simple vista no podías notar, cuyas afiladas puntas eran marrones, pero lo que lo asustó fue ver que todos tenían una cicatriz de la ceja al pómulo.

Poco a poco se despertaron sus compañeros.

-Hola-se atrevió a decir Petróv.-¿Qué os trajo a nuestra isla de Dougherty? -se sorprendió Petróv al ver que lo entendía.

Ellos empezaron a hablar en un idioma desconocido y le sonrieron a los ''inmigrantes ́ ́, pero algo en sus miradas mostraba maldad.

Los mantuvieron en esa fría celda durante días, aunque los alimentaban siempre de carne asada. Por las noches había neblina y se escuchaba el silbido del viento, el ulular de los búhos, llantos, alaridos, quejidos, susurros y las olas que chocaban contra las rocas. Todo esto los dejaban alerta y sin dormir.

La principal incógnita para los rusos era la desaparición de los demás que los acompañaban en la llegada a esta extraña isla.

.-No o pu puee d o m mmmás-manifestó uno de los cinco prisioneros de manera entrecortada y empezó a morderse toda su piel, con sus uñas largas se la arrancaba.

-¡Estás loco! -Todos se acercaron hacia él para ayudarle y brindarle apoyo usando palabras alentadoras, pero este los empujó y continuó mutilándose: había perdido la cordura, para nada servía calmarlo. Se daba fuertes golpes contra el suelo y acabó derramando tanta sangre que quedó inconsciente.

Todos se encontraban traumatizados por tal acto presenciado, dándose cuenta de que el insomnio les estaba afectando, y qué decir del desagradable olor metálico de la sangre.

-Necesitamos escapar y buscar a los otros-declaró Luka-antes del amanecer-Los demás asintieron.

Empezaron intentando partir los huesos: dieron todos a la vez una patada en las columnas, logrando salir de allí. Primero buscaron los demás rusos, sin éxito; después se dirigieron a por suministro y cuando se acercaban a un tipo de cocina extraña les llegó un olor fétido. De repente, se escuchó un crujido.

-Oh, dios mío.

Los supervivientes llevaron la vista al mismo lugar donde la única chica del grupo la tenía puesta: en una mano sangrienta.

Siguieron caminando cuando todos quedaron petrificados por la imagen terrorífica que tenían en frente: los cuerpos descuartizados de los desaparecidos o de lo que quedaba de ellos. Lo que les permitió saberlo, teniendo en cuenta su estado, eran las cabezas colgadas en las palmeras como si de trofeos se tratasen.

Minutos después, intentando asimilarlo, llegaron a la misma conclusión.

-No puede ser-dijo la chica mientras sollozaba.

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