‹ Azul opaco ›
Los brazos flexionados se encontraban detrás de su revoltosa cabellera mientras dejaba su cuerpo descansar sobre la fría cama.
Sus ojos, los cuales hasta hace un momento estaban cerrados se abrieron rápidamente.
El silencio sepulcral que habitaba en su casa día y noche lo estaba sacando de quicio.Estaba cansado, cansado de todo.
Con rencor recorrió con la mirada las pálidas y agobiantes paredes, dándole esa sensación de encierro y dolor. Porque aquellas paredes lo vieron y juzgaron en su peor momento.
Odiaba su vida, su familia, su habitación. Se odiaba el mismo. Y aún así no hacía nada para cambiarlo.
Quién diría que su familia, aquella que era la envidia de muchos, eran un par de demonios sin alma. De tan solo pensar en ellos la ira incrementaba generándole fuertes dolores de cabeza.
Nunca olvidaría los tratos que recibió de su familia, nunca olvidaría los abusos y toqueteos de su hermano, nunca olvidaría la tortura física y mental que de muy pequeño vivió, nunca olvidaría la sangre que derramó por proteger a su querida hermana.
Y eso era lo que más dolía, no poder olvidar aquellos desagradables recuerdos que vivían en su mente.
Simplemente estaba harto.
Muchas fueron las veces que se levantó en la madrugada a vomitar gracias a los asquerosos sueños que tenía, «sueños que en realidad eran recuerdos» , para luego llorar por horas hasta quedarse dormido.
Quería tener paz, al menos mentalmente, sin malos pensamientos que lo atormenten, pero lamentablemente no sería así.
No mientras viva.
Se podría decir que su mirada reflejaba una mezcla de odio y tristeza, pero en realidad ni una pizca de sentimientos se podía observar en el azul opaco que cubría sus gatunos ojos. Aquellos que en otra vida, pudieron haber estado rebosantes de brillo y felicidad.
Con un nudo en la garganta se levantó sin fuerzas de la cama y así como estaba salió de su habitación.
No había nadie en casa, o al menos los demonios se ocultaban en la oscuridad de esta, un beneficio, ya que lo último que quería ver antes de partir sería sus caras.A su ritmo logró cruzar los interminables y fríos pasillos de su casa, recordando el rechazo que les tenía.
Al llegar a la entrada principal el gran portal de madera se abrió al girar el pomo de metal.«Adiós»
Una helada ventisca lo cubrió de pies a cabeza, dejando en claro que la llegada del invierno se aproximaba. Aún así, descalzo y en pijama, salió.
Los desnudos pies se arrastraban por el camino de piedras que cubría la calle principal de aquel barrio, enfriando cada vez más sus dedos y talones por cada paso que daba.
Su destino estaba a dos cuadras, pero mantuvo el lento andar para dejar que la brisa se cuele por su camisa, acto que extrañamente le gustaba.Con las manos en sus bolsillos y sin dejar de avanzar, pronto llegó a la deshabitada zona a la que se dirigía.
La luna era testigo de como el joven iba decidido al puente, uno viejo y abandonado al que ya nadie visitaba.
El sendero que atravesaba era rocoso, por lo cual, aprovechó para recoger unas cuantas rocas y guardarlas en los bolsillos de su pantalón, dejándolo ensuciarse con la tierra que las cubría.Sacudió sus manos y observó el cielo. Nunca lo había visto tan majestuoso, debe ser gracias a la nula iluminación que había en el lugar, o también podría ser gracias a que las estrellas lo estaban esperando.
Sin perder el tiempo se acercó a la oxidada barandilla del viejo puente y de un salto se colocó encima.Siempre imaginó el día en el que por fin sus horribles recuerdos sean eliminados de su mente y pueda, por fin, disfrutar su vida.
Pero lamentablemente no sería así, la opacidad de sus ojos reflejaban que la decisión ya estaba tomada.Descubriría si el eterno sueño es tan pacífico como dicen, y que, seguramente las estrellas le harían un lugar junto a ellas en el inmenso cielo, porque el infierno del que todos hablan y al que nadie quiere ir, él ya lo visitó y es tan horrible como dicen.
Porque la vida es injusta, el universo tiene a sus favoritos y hace rato se dió cuenta de que él no pertenecía al grupo. Entonces, ¿Por qué seguir?, ¿Por qué seguir soportando los recuerdos y voces de su estúpida mente?, ¿Acaso hay una recompensa?.
No se consideraba un cobarde por huir de la lucha e ir por el camino fácil. Después de todo es su vida, su juego, su partida, cada jugador escoge cuando abandonarla.El «Game Over» vive en su mente desde que tiene memoria.
Respiró profundo y cerró los ojos.
Extendió sus brazos pero algo en su mano izquierda le impidió enderezarse:
— ¿Qué haces?—Primer cap✌️
-Alex