‹ Extraño ›
— ¿Qué haces?—
Oyó a su izquierda.Se quedó totalmente helado ante la repentina presencia, por lo cual sin pensarlo, quitó fugazmente la mano de lo que parecía ser el cabello del extraño.
Del susto y el rápido movimiento, su cuerpo perdió el equilibrio, solo que para su suerte se tambaleó hacia atrás, logrando aterrizar su trasero en el rocoso sendero.
El dolor punzante que sentía lo hizo quejarse mientras con la ayuda de sus brazos se levantaba para poder sobarse el área adolorida y quitar la tierra que se impregnó en su pantalón.
Estuvo un momento quejándose y lloriqueando mentalmente hasta que recordó el por qué había caído.
Como si fuera magia, al recordar lo recientemente sucedido el dolor se desvaneció completamente, gracias a que sus sentidos priorizaron la presencia del extraño poniéndose alerta para cualquier movimiento que haga.
Se enderezó y retrocedió un poco con los ojos entrecerrados para poder ver mejor.
El extraño, estaba sentado en la barandilla, justo al lado de dónde el albino se había colocado.
¿En qué momento llegó ahí?
De camino al puente y mientras recolectaba las rocas no notó la presencia de nadie. Además de que el metal que construía el puente estaba totalmente viejo y oxidado, obviamente haría ruido e incluso se movería si alguien se colocaba encima de él.Quizás que al estar tan sumido en sus pensamientos y que la luz que habitaba en el lugar era tenue, no vió que haya alguien cerca.
Aunque algo que no lo dejaba concentrarse en sus pensamientos ni en lo que debería hacer, era la intensa mirada que, difícilmente, podía observar gracias a la luz de la luna. Una mirada curiosa y acaramelada que lo observaba fijamente.
Desconcertado, se quedó estático en el lugar. ¿Debería hablar?, ¿Debería irse?. Nunca pensó encontrarse en esta situación y no tenía ni la menor idea de que hacer.
Se regañó mentalmente por no verificar que no anduviera nadie por el lugar.
Encerrado en sus pensamientos, el contrario volvió a hablar:
— ¿Qué tienes ahí?—El albino lo miró por unos segundos y luego tocó sus abultados y pesados bolsillos.
No quería sonar grosero pero no tenía porqué contestarle, además, lo que estaba apunto de hacer era algo íntimo y lo que ocultaba en sus bolsillos era una respuesta clara.
¿Acaso estaba jugando con él?El extraño bajó de la barandilla y se acercó al ojiazul, quién retrocedió.
— Pregunté que hacías. ¿Vienes a ver la luna? Está muy bonita hoy—
Dijo mientras observaba el cielo.De cierta forma tenía razón, pero ese no era el punto.
Frustrado y sin saber que hacer lo ignoró y comenzó a caminar hacia la dirección contraria de dónde vino, quitando disimuladamente, las piedras que cargaba.
Pero ahora, ¿A dónde iría? Ir a su “casa” no era una opción, no quería regresar jamás y mucho menos ahora. Se sentía un inútil por ni siquiera lograr su cometido, se supone que esta noche estaría descansado, lejos de los malos pensamientos y tratos.
Pero su subconsciente de cierta forma le recordó que no era su culpa, al menos no del todo.Cuando llegó a la esquina de la cuadra dónde se encontraba el viejo puente, giró disimuladamente su cabeza para localizar al culpable del fracaso de su misión, ganándose otra vez, un mini infarto.
Los ojos que a la lejanía no pudo divisar del todo bien ahora los tenía a centímetros de su cara, pudiendo observar los tonos miel y cafés que componían las grandes y redondas cuencas contrarias.
«¿¡Otra vez!? ¿Por qué nunca lo oigo?»
Pensó molesto y sonrojado por la repentina cercanía.— ¿A dónde vas?—
Preguntó con las manos detrás de la espalda e inclinando su cabeza ante la curiosidad.— ¿Perdona?—
Escupió sorprendido y agobiado, retrocediendo un poco.Tenía muchas cosas para decirle, en primer lugar, ¿qué hacía un muchacho de su edad completamente solo en medio de una zona deshabitada y poco iluminada?. Segundo, debería dejar de lado su estúpida curiosidad, lo podría llevar por mal camino y debería estar agradecido de que el albino no sea un señor mucho más grande con otras intensiones.
Mientras en su mente muchos argumentos y preguntas se desarrollaban para el ojimiel, se quedó cruzado de brazos en un silencio total. Acto que al contrario le parecía divertido, además de que podía observar como el ceño del más alto se fruncía cada vez más.
— Soy Gon—
Soltó de repente.Abrió los ojos saliendo de sus pensamientos para observar a «Gon».
Aquí vamos otra vez, no quería ser grosero, solo quería irse.
No tenía intenciones de hacer amigos, al menos no en este momento.— Bien, adiós Gon—
Metió las manos en sus bolsillos y continuó su camino.Unos dos minutos de caminata después verificó que el pelinegro ya no lo seguía, o al menos no podía verlo. «Al fin»
Se quedó completamente solo en el deshabitado y oscuro sendero rodeado de árboles y viejas indicaciones (antiguamente el sendero era una carretera), por lo cual, dejó de avanzar para pensar con claridad lo que haría.-Alex