Capítulo 1

4.2K 219 40
                                    

Estaba impregnado de aburrimiento.

Sea lo que significaba esa frase que había leído de un manga, que la verdad, lo identificaba y mucho.

No recordaba mucho de su niñez, solo que fue un niño más en el tercer mundo dejado en un orfanato a una edad temprana.

Pero nunca mostró interés por eso.

Tenía mejores cosas en que pensar.

Cómo en ramen o pastel, amaba las dos cosas, aunque el Ramen le gustaba un poco más.

Pero también había otra cosa que llamo poderosamente su atención.

Combates.

Las pocas veces que podían ver televisión, siempre le encanto ver animes Shonnen, en específico las de peleas.

Aunque era algo normal en niños pequeños, al menos eso era lo que pensaba él, pero cuando intentó implementarlo con sus demás compañeros de orfanato, pues todo terminó con un simple empujón y ellos llorando en las faldas de las monjas que los cuidaban.

Tuvo que limpiar toda la semana, todos los pisos del orfanato por promover peleas.

Tal vez el pelear no era tan bueno como pensaba, porque ahora se encontraba más solo que nunca ante el miedo de los demás niños, que parecía temer que les hiciera daño.

Bah maricas.

Aunque se consideraba a sí mismo como un buen niño, no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba de los demás.

Sin embargó, no todo parecía perdido, en el pueblo había un dojo, donde la gente se reunía para hacer pequeños torneos.

Obviamente no lo dejaron participar.

Tenía ocho malditos años.

Era una injusticia para él, que no lo dejaran pelear solo por su edad, aunque decepcionado solo pudo quedarse viendo como los demás adolescentes y adultos que se inscribieron participaron en el torneo callejero.

Y fue… Increíble.

Tenían malas posturas.

Golpes muy llamativos, pero pocos útiles.

Eran terribles peleadores, solo aficionados.

Pero eso no importaba, para el todos ellos eran increíbles, pelear para ganar.

Pelear para ganar…

Le gustaba como sonaba eso.

El ver cómo el público termino ovacionando al último hombre que quedó en pie en el torneo, estaba hecho un desastre con su ropa rota, sangre bajando de su boca y nariz, sus ojos hinchados por tantos golpes.

Oh pero la sonrisa que tenía, no se la iba a quitar nadie.

El regresar al orfanato había sido aburrido, pero para su alegría en la parada del autobús estaba ese hombre.

"¡No puedo creerlo! ¡Eres tú!"

Yann casi dejo caer su trofeo cuando escucho ese grito por parte de un mocoso, que estaba a su lado en la parada del autobús.

Un mocoso sucio de tal vez unos siete o seis años, con ropa vieja y una horrible chaqueta naranja que tenía más hoyos que una coladera.

Su cabello era dorado, ojos azules y raras marcas de bigotes en sus mejillas, sin duda un niño extraño que estaba solo a las dos de la mañana en una sucia parada de autobuses, en la peor zona de la cuidad.

Vaya cuidadores de porquería tenía este mocoso.

"…" aunque Yann solo lo ignoro, estaba demasiado adolorido y cansado para lidiar con un niño que seguro solo venía por monedas.

Renacimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora