𝕒𝕞𝕒𝕥𝕚𝕤𝕥𝕒

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Jaemin x Jeno

"El príncipe morado más que el azul"

Érase una vez en un reino un príncipe azul, cuya belleza era tanta que aún sin su puesto tenía al reino a sus pies

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Érase una vez en un reino un príncipe azul, cuya belleza era tanta que aún sin su puesto tenía al reino a sus pies. Pero así mismo era de grande su soberbia.

Espejito, espejito, ¿Quién era el hombre más hermoso de todo el país? Aquel espejo que no pronunciara su nombre tras esta pregunta, sufriría un destino fatal.

En cambio, para aquellos que le adoraban como se merecía, la suerte era favorable, así como lo era para Jaemin. Él no era parte de la realeza, pero al príncipe esto no le importaba; era probablemente el segundo hombre más hermoso del reino, y era sin duda el que más le amaba a él, por ello, también el que se atreviera a decir algo en su contra, tendría que asumir las consecuencias.

Se habían conocido en un baile real que celebraba cualquier festividad como excusa para encontrar otro príncipe o princesa con el que casarse. Había decenas de estos, ninguno tan engreído como Jeno pero todos lo suficiente como para no agradarle. Esto le hacía perder el interés en el matrimonio. Jaemin, en cambio, sí que le conocía; con la cantidad de estatuas, cuadros y propaganda que había de su persona, haría falta vivir bajo una roca para no conocerle.

Incluso fue capaz de verlo en persona en algún desfile por la ciudad, descubriendo que su belleza era tanta como se decía. Agradeció infinitamente volver a ser merecedor de ver en persona su rostro al ser elegido como trabajador voluntario en la casa real durante la fiesta, como actor que debía fingir ser de un alto puesto y pasearse por el castillo disfrutando de la fiesta, simplemente para que pareciera que el reino tenía muchos nobles y riquezas, para atraer nuevos príncipes y princesas interesados en compartirlo. Así fue como le prestaron un traje, que fue rosa en su caso, y, nervioso como si fuera su boda, asistió a la fiesta.

Jeno conversó con todos aquellos que distinguía como hijos de reyes, pero con ninguno se entendía, y entretanto el ciudadano le observaba mientras fingía charlar con sus vecinos, despreocupado de que le atraparan disfrutando de la vista que nunca fue su misión ver. Tuvo suerte en ser descubierto por el príncipe antes de ser descubierto por un guardia. Como ya no le quedaba nadie con quien hablar, se acercó a él.

—¿De qué reino viene? —le preguntó sonriendo mostrando un rostro todavía más perfecto. Jaemin pensó que sus piernas en cualquier momento dejarían de funcionar y caería por los nervios.

—No soy príncipe, su majestad —respondió con un fuerte sonrojo. Jamás pensó estar hablando con él tal y como soñaba cada noche. Se aterró con la idea de que aquello no fuera más que un sueño.

—Será por poco tiempo, pues su belleza es propia de la realeza —le alagó el mayor, acariciando suavemente su rostro con su sedosa y tersa mano, como muy pocos la tenían.

—Mas no es ni cercana a la suya —soltó, enamorado. El príncipe y él se habían encerrado en una burbuja sin querer, en la que solo se encontraban ellos, hasta que estalló forzosamente con un sonido que llamó la atención de todos los invitados.

—¡Mi boda se celebrará al amanecer! —anunció y todos los presentes aplaudieron y celebraron, y Jeno agarró ambas manos del menor con delicadeza mientras este pensaba en pellizcarse para despertar de una vez.

Abrió los lejos y se encontró a sí mismo en su cama, su nueva cama. Mullida, suave, aterciopelada, y digna del príncipe que sería en tan solo unas horas, y, mañana, despertaría de nuevo en una cama desconocida, esta vez junto a su marido.

Lo vistieron y prepararon con un traje morado y brillante, de aspecto noble y caro, probablemente elegido por Jeno. En la ceremonia, se sorprendió al verlo a él con una vestimenta igual; estaban al mismo nivel, ambos más alto que nadie, pero entre ellos a la misma altura. Hoy en día ya no continúa tanto esto así, sino que, aunque existen tanto estatuas, cuadros y tributos varios a los ahora reyes, siempre ilustran más al mayor de los dos. Tal vez por hacerse notar más, o ser de sangre azul como suele decirse, o incluso por ser más hermoso que el otro.

Un ejemplo es el cuadro más famoso y extendido de la pareja, a la que le encantaba posar y modelar para crear arte representándose a sí mismos casi como dioses clásicos; en este, el rey Jaemin alimenta con uvas a su marido, siendo ambos únicamente tapados con una opaca y suave tela morada, color protagonista en la obra. Se observa al menor de los reyes casi como un sirviente del otro, un subordinado, pero a la vez capta en sus expresiones y sobre todo en sus miradas una complicidad, un entendimiento que ellos tienen que nadie más sería capaz de comprender. Nosotros que podemos adentrarnos en él, sí que podemos conocer mejor el contexto de dicho cuadro...

—No comas, mi rey, o el artista se quedará sin uvas que pintar —Decía entre risas juguetonas Jaemin, intentando evitar que su pareja se acabará racimo. El que pintaba simplemente suspiró y se preguntó si en verdad aquello estaba pagado.

—Usaremos otra fruta. Esta luce casi tan deliciosa como tú, mi príncipe —contestó estirando sus brazos para que el menor fuera a ellos. El que intentaba plasmarlos en un lienzo tomó el caballete y se marchó a otra sala; era imposible dibujar a esos dos modelando, e incómodo quedar excluido de su burbuja.

Continuaría el cuadro sin la referencia. Y, en cuanto a lo dicho por Jeno, que llamara al otro "príncipe" no era más que un apodo, pues su verdadero puesto era igual al suyo.

En la habitación, ahora libre de terceros, solo se escuchaban sonidos de besos y risas. Si cualquiera mientras observaba el cuadro supiera lo que en realidad ocurría al tiempo que se pintaba, no sería capaz de verlo de la misma forma. Allí ya no quedaban uvas, ni la tela morada que vestían antes.

Jaemin adoraba con sinceridad a su rey, pero nunca se hablaba de que la adoración era recíproca. Por primera vez en su vida, y aunque se esforzase por esconderlo, pensaba cuando veía al chico que estaba mirando a la persona más perfecta del universo, y que no solo igualaba, sino que superaba su belleza, su inteligencia, su bondad y su modestia. Todo el reino era afortunado de tener esa monarquía, aunque a veces mirarán de más por sí mismos y por el otro, pero eran reyes al fin y al cabo.

—Te amo, Jeno —le decía el menor al otro, mientras se relajaban en la cama antes de dormir. Cada noche tenía miedo de despertar al día siguiente y volver a su anterior vida, pero, también, cuanto más tiempo pasaba, más improbable se volvía esta posibilidad.

—Yo te amo más —respondió el contrario, mientras la abrazaba y acunaba entre sus brazos para ayudarle a caer dormido antes.

—No seas egoísta, ya tienes el ser más guapo, más listo, más justo... déjame al menos eso —se quejó Jaemin abultando sus labios, fingiendo estar enfadado. Había alcanzado la confianza suficiente con su príncipe azul para actuar de esa forma, y al mayor le encantaba.

—No lo entiendes, Jaemin. Es que tú eres mucho más guapo, más listo, y más justo. Y adorable, y amable, y gracioso, e increíble —contestó, por primera vez en toda su vida diciendo algo de este estilo. Si el más joven estaba casi dormido ya, abrió los ojos como si hubiera visto un fantasma y tomó aire sorprendido, dudando de si había escuchado bien.

—¿Es que tendrás fiebre? —preguntó, todavía sin creerlo, y puso su mano para comprobarlo sobre la frente del rey, que rio.

Giró sobre sí mismo para quedar sobre el cuerpo de su pareja, con la mayor sonrisa que tuvo jamás, h dejó un suave beso sobre sus labios, mientras reía suavemente, contagiando de su risa al de abajo, que decidió no preguntar más y disfrutar del momento hasta quedar dormido. Tal vez en ese instante sí que soñaba.

Palette ➳ NCT Dream One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora