Capitulo VII La disculpa

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Un día, otro día, otro día.

Tres días en total, desde el fatídico accidente que cobró como costo de su suceso el estado de coma de Radamantys, y a pesar de que Lune le decía a Valentine que habían sólo pasado tres dias, y ese tiempo era corto para determinarlo cómo perdida la causa; para Valentine cada segundo de esos tres dias habían sido igual de largos que un lustro, y en cada lustro recordaba las últimas palabras que su amado Rubio  le dijo:

"¿Estas bien? ... - la sangre brotó de su boca- ¿Si? ... - entre la sangre se dibujó una sonrisa- ... eso eso lo que importa"

Ahora se culpaba de su estado, si tan solo él no hubiera perdido la etiqueta, la cordura y por tanto la compostura, si tan solo, los hubiera dejado ser felices.

No podía dejar de pensar en aquello, y es que ¿Que derecho tenía él de quitarle su felicidad? De obstruía, de colocarse tal cual bulto de pesadas piedras ¿Es que acaso se le olvidó su promesa? Hacer feliz a Radamantys sin importar el costo, el costo de su felicidad, ahora, era su propia felicidad ¿Es que acaso no lo amaba lo suficiente como para renunciar a ella por él? ¿Es que acaso? ¿Había sido una promesa de papel? O ¿Es que acaso, su egoísmo era más grande de su amor y su promesa? ¿Es que de verdad iba a interponer entre ellos, a base de reproches y gritos?

Apretó sus puños ante tales auto acusaciones que se planteaba a él mismo, un juicio se llevaba a cabo dentro de él y el juez a cargo de tan doloso caso era él mismo.

Bajo la mirada, incapaz de ver a radamantys a la cara; aunque estuvieran postrado en la cama y él a su lado, no tenía las agallas de verlo de frente, menos cuando se encontró él mismo (en ese juicio interno) como culpable del lamentable estado de Radamantys.

- ¿Vale? ¿Otra vez aquí? Ya te dije que cualquier cambio te lo haré saber yo. Tienes que descansar - interrumpió Lune al entrar a la habitación de radamantys-

- Ya te dije que no me iré de aquí, hasta que él despierte

- Tienes que descansar, la donación de sangre te dejo agotado

- Eso fue hace tras días

- Y para recuperarse en mínimo una semana más con tus problemas cardiacos, agradece no estar internado

- Agradeceré a todos los dioses, cuando él haya despertado - hablo con voz firme y seria-

- Ay Vale - soltó en esa frase su preocupación por su amigo-

- ¿Vas a revisarlo? - le cuestionó si darle importancia a su quejido-

- Si, pero también vine para darte buenas noticias

- ¡¿Que?! ¡¿Cuáles noticias?! - la esperanza regresó a su voz y a su mirada, se puso de pie-

- Bueno, el neurólogo ha confinado que todo en su cabeza está bien, solo duerme, despertará en cualquier momento.

- ¡Eso es magnífico¡ - sonrió esperanzado-

- Si ¿Por que no te vas a cambiar de ropa y comes un poco?

- No, me quedaré aquí con él, hasta que despierte - tomo la mano de Radamantys- es lo mínimo que puedo hacer, después de todo él salvo mi vida

- Ay Vale - se acercó a la cama para revisar al paciente que se hallaba en ella mientras su acompañante se perdía entre recuerdos y esperanzas que llenaban su corazón de vida -

Y así, pasaron las horas en las que el joven Arpia cuidaba de Radamantys, limpiando su cara, lavando su cabello y su cuerpo, cepillo su rubia cabellera y leyó para él su libro favorito
la iliada, mientras su voz era acompañada por el caer de la lluvia y ese suave sonido del golpeteo que las gotas de agua en el cristal de la ventana, llovía a fuera del hospital igual que llovía en el corazón del joven Arpia. Cerró el libro y tomó su mano.

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