Capitulo V Lagrimas

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- Mi amor, ¿Que es lo que lees?

- no me digas "mi amor"

- Ay ¿Porque no?

- Solo una persona me dice así

- Tu prometido ¿No?

Cómo cada mañana, Radamantys leí el diario, sentado en el sofá con la corbata medió abrochada, y su atención en el encabezado. Por su parte su singular compañero matutino, se acomodaba entre el espacio que había en sus piernas, dejando un taza de café en su mano libre, sentado en el suelo lo contemplaba leer.

- Aja - contestó el rubio sin atención alguna-

- ¿Por que no solo terminas con él? - sorbio de su caliente taza-

- Es complicado - continuaba su lectura- no lo entenderías Kanon.

- ¿Entender que? Es claro que no lo quieres - respondió el de pelo azul- deberías de dejar de jugar con él y ponerle las cosas en claro.

- Ya te dije que es complicado, y que no lo entenderías - sorbió de la taza caliente el rubio- ah - resopló- no podría aunque quisiera, el salvo mi vida una vez, no puedo romper su corazón.

- ¡Ja! Gracioso, es exactamente lo que hicimos anoche, le rompiste el corazón a él y a mi la cadera, no sé si pueda caminar bien hoy.

Los recuerdos pasaban por su mente, producto de la charla con el basilisco, mientras su mirada se quedaba fija en la puerta de consultorio de Valentine, tronaba sus dedos y de vez en cuando mordía sus uñas por el nerviosismo que le provocaba la futura plática con el médico que ahí se albergaba, lo único de todo aquello que le molestaba era pensar que no se encontraba solo sino que Silphyd estaba con el. El maldito basilisco.

- Tengo que irme, tú madre me llamo y me dijo que si podía ir por ella al aeropuerto.

- Esta bien, no te preocupes amigo, yo me las arregló aquí ¿Faltan muchos pacientes?

- No, de hecho, solo faltan 6 -Silphyd revisó la tabla, con la lista de sus pacientes-

- Ok - Valentine se puso de pie y salió de su escritorio- entonces ve por ella - se acercó a él.

- Ya todos tienes sus signos vitales y sus expedientes están en tu escritorio - respondió su afirmación con la vista en la lista-

- No te preocupes entonces, puedo hacerlo solo, anda, ve con mi madre ella si te necesita, aunque no entiendo por qué no me llamo a mi - hizo un gesto que se podía interpretar como puchero-

- Tal vez porque siempre estás ocupado, señor médico - el Basilisco medio sonrió divertido sin quitar su vista de la lista-

- Eso no ... es del todo incierto - no tuvo más que aceptar que él tenía problemas con el tiempo y casi siempre estaba ocupado-

- No te preocupes - le entregó la lista- está bien Valentine, es lo mínimo que puedo hacer por tu familia

- Nuestra familia amigo, sabes que mis padres te quieren tanto como a mi, eres el como un hijo para ellos - tomo la lista-

- Está bien - medio sonrió- oh casi lo olvido, mira ...

- Ya, ya, ya ve con mi madre. - lo empujó a la salida, sin darle la oportunidad de que advirtiera de la desagradable visita que tenía fuera del consultorio, y no le permitió decir más. Lo saco del consultorio y cerró la puerta trasera, y así,  pues el basilisco no tuvo más opción que irse -

Las horas pasaron y el joven médico mantenía su mente tan concentrada en su trabajo que no notó que un rubio aguardaba por su tiempo, que lo esperaba ansioso y que en su cabeza, se imaginaba ese bendito momento en que ambos estuvieran frente a frente.

Con la misma moneda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora