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VANESA

El sol entraba por la ventana. Cuando abrí los ojos y vi a Mónica me sentí la mujer más feliz del mundo. Ella seguía dormida plácidamente. Miré el reloj y eran las 9 de la mañana. Le di varios besos hasta que la medio desperté.

- Me voy a mi habitación a cambiarme, nos vemos abajo.

- Aham.

Siguió dormida. Me di una ducha rápida y me vestí. Bajé a las 9.30. Estaban todos desayunando en el jardín.

- Buenos días familia. – Le di dos besos a cada uno.

La mesa estaba repleta de comida y yo lo agradecí, venia con hambre.

Cinco segundos después apareció Mónica, duchada, con una camiseta blanca y unos tejanos cortos.

Saludó a todos de la misma manera y cuando llegó a mi nos dimos un abrazo que duró más de lo necesario. Desayunamos todos en la mesa y cuando ellos se empezaron a ir me giré a ella.

- ¿Cómo has dormido?

Estaba feliz y se me notaba en la cara, no se me había ido la sonrisa tonta de la cara en lo poco que llevábamos de mañana. Ella estaba igual que yo.

- Maravillosamente.

Le puse mi mano en su muslo mientras no dejábamos de sonreír y de mirarnos.

- Estoy feliz Mónica, hoy quiero enseñarte mi ciudad.

- Yo tengo ganas de verla.

Miró a su alrededor y se acercó a mi para darme un beso rápido.

Pasamos el día entero por Málaga, acompañadas de mis padres, Ana y Francis. Alguna que otra vez Mónica y yo nos habíamos agarrado de la mano y en cuanto podíamos estábamos un poco más cariñosas, eso me hizo sentir especial.

Paramos a comer en el restaurante de un amigo de mi padre.

- ¿Estás disfrutando de la ciudad? – Le preguntó mi madre a Mónica una vez habíamos pedido para comer.

- Me está encantando, Málaga es preciosa y su gente también.

Le puse una mano en su muslo derecho y sonreí a mi madre.

- Imposible encontrar algo malo en esta ciudad.

- Voy a ir a lavarme las manos antes de comer.

- Te acompaño.

Cuando entramos al baño me aseguré que no hubiese nadie para agarrarla y besarla, por fin.

- Venia a lavarme las manos de verdad.

- Si, si.. yo también

Mónica me entró en un cubículo.

- Venga, antes de que entre alguien o de que me arrepienta.

- ¿Estás segura?

- Si

Me besaba con fuerza y le desabroché el pantalón. Introduje mi mano y le hice leves caricias por la ropa interior. Cuando estaba dispuesta a meter mi primer dedo, escuchamos la puerta, dejamos de besarnos y se subió rápido a la taza del váter para que no se le vieran los pies por debajo de la puerta. Yo estaba al borde de la risa, ella me tapó la mano con la boca.

- ¿Hija?

Nuestras caras debieron de ser un poema.

- ¿Mamá? ¿Pasa algo?

Tantos bailes - VanicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora