2. Al pie de la letra

27.1K 2.6K 2.3K
                                    

A Abby se le había ocurrido la estupenda idea de ver películas pirateadas desde mi computadora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A Abby se le había ocurrido la estupenda idea de ver películas pirateadas desde mi computadora. Cuando la descubrí con las manos en el fuego, ya era demasiado tarde. Un sinfín de virus y mal funciones invadieron el navegador, dañando el sistema operativo y dejándome sin otro remedio que postergar la escritura hasta restaurar el ordenador.

Mi escaso salario no me permitía adquirir uno nuevo, entonces tuve que conformarme con llevarlo al servicio técnico. Unas semanas después, regresé al local suplicando por buenas noticias.

─Tuviste suerte. Pudimos arreglar tu chatarra ─anunció el empleado y me entregó la computadora que tanto añoraba.

La abracé fuerte contra mi pecho, arriesgándome a hacerla añicos nuevamente.

─¡Son mis héroes! ¡No sé cómo agradecerles!

─Podríamos empezar con un cheque.

Ya teniendo mi herramienta de trabajo lista para emprender una nueva aventura literaria, visité una cafetería y ocupé la mesa ubicada junto a la ventanilla. Después de pedirle al camarero un capuchino, encendí el aparato y abrí un archivo en blanco. Por momentos, posaba las manos sobre el teclado, pero las apartaba de inmediato.

"¿Cuál es la historia de amor que cualquier persona desearía vivir? ¿Amor de verano? ¿Amor de la infancia renacido en la adultez? ¿Amor en el extranjero con un suculento y fornido muchacho italiano?", me preguntaba. Todos eran conceptos trillados. No quería escribir más de lo mismo, pero tampoco sabía qué novedad ofrecer.

Finalmente desistí. Volcaría lo primero que se me viniera a la cabeza, y si no me terminaba gustando el resultado, siempre existía la opción de imprimirlo y usarlo como papel higiénico.

«Un sinfín de vidas se cruzan en la gran ciudad. Algunas pasan por un encuentro fugaz, otras se entrelazan durante años hasta finalmente desencadenarse, pero pocas son las que colisionan y causan un verdadero impacto. Sus secuelas son imborrables y, por más de que Charlotte Finamore intentó suprimirlas, nada la hizo sanar después de conocer a...»

Mis dedos repiqueteaban. Había llegado a la parte más detestable de mi trabajo: definir el nombre de los personajes. Tenía la costumbre de asignar temporalmente el mío a la protagonista femenina hasta hallar otro que me convenciera más. El problema era conseguir uno para el coprotagonista masculino.

El camarero retornó, y mientras acomodaba mi pedido sobre la mesa, espié la etiqueta de su uniforme verde musgo. "Alessio Vera". No era un nombre despampanante ni mucho menos memorable, pero podría trabajar con él hasta encontrar uno mejor.

«En la gran ciudad, cada esquina depara una sorpresa. Charlotte halló la suya cuando se encontró con Alessio Vera, un simple camarero de una cafetería de barrio que parecía no tener nada que ofrecer salvo por el menú. Pero, a través de una mirada sugerente, él le insinuó que podría cumplirle muchos otros servicios a pedido».

OmniscienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora