A la mañana siguiente, el día había amanecido perfecto para ver una película, o al menos, a mí se me había antojado hacerlo. Fui a un video club cercano, y renté una de terror cuyo título no entendí, pero la portada sí que era macabra.
Desayuné afuera y en la tarde me cociné un par de huevos fritos. Cuando el reloj marcó las seis de la tarde y sin más planes en mi lista, decidí ver la película que había rentado. La coloqué en el DVD de Haneul y puse los subtítulos en coreano. Apagué las luces y me acurruqué en el sofá pequeño tapándome con una manta violeta que estaba allí, dejando que el departamento fuese iluminado sólo por la luz exterior. Le puse play a la película y comencé a ver cada una de las escenas que el televisor proyectaba.
Había pasado casi la hora y yo me aferraba a la manta retorciéndola entre mis manos, terriblemente aterrado y con el corazón a mil por hora; jamás me había espantado tanto viendo una película como ahora. El televisor reflejaba sobre mí aquellas imágenes del perro protagonista que dejaba salir de su hocico la rabia que infectaba como un virus al desafortunado que se cruzaba con los filosos y ensangrentados dientes del can, convirtiéndolos en reflejos del horroroso animal que los mordía. Estaba completamente aterrado.
Unos golpes en la puerta me hicieron dar un tremendo brinco en el sofá y un alarido de espanto de mis labios. Comprendí luego que sólo era alguien que llamaba a la puerta.
Le puse pausa a la película y salté del sofá casi adivinando quién estaría del otro lado.
—¡¡Yoongi!!— grité, noventa y nueve por ciento aliviado.
—¿Te ocurre algo?— preguntó, preocupado.
—¡Estoy viendo una película de terror horrible!— expliqué y lo introduje tomándolo de la mano.
—¿Qué película?
—No sé, una de un perro rabioso que infecta un virus— dije atropellando las palabras, y señalé el televisor.
—Estás viendo Infectados. No da tanto miedo— rio.
Fruncí el ceño.
—¿Estás loco o no eres humano?— farfullé —¡Claro que da miedo!
Sonrió.
—¿Entonces por qué la ves?— inquirió, divertido.
—Pues... porque... porque... no sé, es horrible.
—Sí, pero aun quieres terminar de verla, ¿cierto?
—¡Claro! No voy a quedarme a la mitad de la trama, ¿quieres ver lo que queda conmigo?
—Por supuesto, y luego quién va a protegerte— sonrió con autosuficiencia.
—Gracioso— lo fulminé con la mirada.
Me acomodé de nuevo en el sofá y después Yoongi se sentó en uno de los brazos de este, pasando su brazo sobre el respaldo; ambos estábamos muy juntos y mi corazón comenzó a acelerarse. Di play a la película de nuevo, y la escena que había quedado pausada continuó moviéndose; ahora ya estaba todo más oscuro y sólo podía ver tenuemente el reflejo de la luz del televisor sobre nuestra piel.
Una escena me obligó a cerrar los ojos con fuerza y a desviar mi rostro hacía el respaldo del sofá; pero con lo que mi rostro se topó no fue con el terciopelo del mueble, sino con un abdomen duro revestido de una franela blanca y un suave y varonil perfume tan cerca de mi nariz.
Caí en la cuenta entonces de que estaba ocultando el rostro en el abdomen de Yoongi; me iba a retirar, completamente sonrojado y por supuesto iba a pedirle disculpas; pero entonces, unos fuertes y viriles brazos se ataron a mí alrededor haciendo que el corazón se me cayera hasta el piso. Aquello era una cárcel meramente hermosa y yo su indigno prisionero.
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Manual de lo prohibido ๑ yoonmin
أدب الهواة⎘ » Él, algo parecido al príncipe azul de los cuentos de hadas. Ella, la mejor amiga con la que deseaba toparme desde los 6 años, única e incondicional. Decían que era la chica perfecta para él. Yo, situado justo en el medio; enamora...