Capítulo Uno

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Cuando el sonido del timbre retumbó por la enorme casa, Emma Swan sintió su pulso acelerarse. A sus veintiocho años de vida pocas veces se había sentido tan nerviosa, pequeña y vulnerable como ahora. Incluso podía sentir como le sudaban las manos mientras esperaba la aparición de Regina Mills en el living.

-Buenas noches a todos -saludó cortésmente la pelinegra al entrar. -Espero no haberme atrasado mucho.

-Para nada -contestó rápidamente Liam Jones, quien depositó un beso en cada mejilla de la recién llegada.

Lo segundó su hijo, el cual se levantó del sofá y repitió la misma acción que su padre. -¿Cómo ha estado, Regina?

-Muy bien, Killian, gracias por preguntar.

Emma frotó nerviosamente sus manos contra la suave tela del vestido antes de levantarse, tomó un poco de aire y se acercó con una falsa seguridad que Regina destrozó cuando colocó las manos sobre sus hombros desnudos, acariciandolos discretamente con sus pulgares mientras depositaba un beso sobre su mejilla.

-Miss Swan, tan radiante como siempre.

-Gracias.

-Tiene usted mucha suerte, joven Jones.

-Ni que lo diga -sonrió el pelinegro abrazando a Emma de la cintura. -Ella es toda una belleza.

Los ojos cafés de Regina viajaron lentamente sobre el cuerpo de Emma, degustando las torneadas piernas, el plano abdomen y los tonificados brazos. -Lo es, sin duda.

Killian sonrió orgulloso, ignorando que la mujer que tenía enfrente miraba a su prometida de una forma hambrienta, que solo la propia Emma había identificado desde la segunda vez que la tuvo cerca. Generando una tensión entre ellas que nadie parecía notar. Y aquello frustraba de sobre manera a la rubia, quien se había disculpado en medio de la cena para tomarse un respiro.

-Sabía que no debía venir. Debí ponerle una excusa a Killian -se decía a sí misma mientras observaba su reflejo en el espejo que tenía delante. -¡Carajo! -gritó con molestia. Estaba furiosa consigo misma y las múltiples sensaciones que una extraña que causaba. Sin embargo, debía calmarse y mostrar su mejor sonrisa, asi que cuando consideró tener de nuevo las fuerzas para ignorar a la morena, salió del baño topándose desgraciadamente con la causante de sus males. -¿Qué está haciendo usted aquí?

-He venido a ver si se siente bien. La note un poco más pálida de lo normal hace rato.

-Estoy bien -afirmó antes de empezar a alejarse, sin embargo, fue detenida por un firme agarre en el brazo.

-¿Por que siento como que está huyendo de mi?

-¿Por qué lo haría?

-No lo sé, dígame usted.

-No tengo nada que decirle, así que suelteme.

-¿Porque es tan arisca conmigo?

-¿Qué demonios quiere de mí, Regina? -preguntó mirándola fijamente por primera vez.

-Todo, Emma. De usted quiero todo.

-¿Pero qué dice? -la confusión se instaló en su rostro.

-Que te quiero para mí.

-¿Está loca? -con brusquedad se deshizo del agarre de la morena. -A usted la está pretendiendo el señor Liam, MI suegro.

-Él no me interesa.

-Pues debería decírselo y desaparecer tal cual llegó. Porque créame que de mi, no va a conseguir absolutamente nada. Las mujeres no me interesan. Así que déjeme en paz -dio media vuelta y empezó a caminar.

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