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Mi vida solo podía resumirse como una bola de apestosa de desgracias, una tras otra. Estaba acostumbrado a que las cosas salieran mal de cualquier forma. El día que me ocurriera algo realmente bueno, seguramente lo echaría a perder, porque así era yo, destruía todo lo que tocaba. Y es que prácticamente todo me había salido mal desde que llegue al mundo, no hacía otra cosa que ir de fracaso en fracaso. Yo iba a ser la tragedia mas grande del mundo.

Lo supe cuando cumplí quince años y note que era el único chico de toda la maldita clase que se había quedado en el uno sesenta, incluso habían chicas más altas que yo y eso ya era completamente deprimente; esa había sido la señal numero uno de que todo en mí vida iba a salir mal.

Siempre había sido de complexión delgada y la mayoría de los bravucones se metian conmigo porque pensaban que no podría defenderme, lo cual era mas o menos cierto. No tenía la fuerza que ellos poseían, pero al menos podía darles una o dos patadas que les dejara un lindo moreton.

Soy casi idéntico a mí madre, el mismo color de ojos, de piel, cabello. Las mismas facciones finas y delicadas. Había ocasiones en las que en efecto, terminaban por confundirme con mi mamá, por más irreal y cómico que suene.

No me gustaba el futbol, basquetbol, voleibol o cualquier otro deporte. De hecho, era pésimo para este tipo de cosas, por no decir que incluso soy torpe y me he llevado uno que otro moretón o raspón, en el intento de practicarlos. Prefería las cosas tranquilas, que no implicará un hueso roto y dislocado, como por ejemplo tocar el piano en el taller de música. O bien, leer algún libro extremadamente cursi y poco realista.

En conclusión, yo no era para nada masculino, mas bien era una rosadita princesa que esperaba a su príncipe azul. Palabras de mí idiota mejor amiga, Yuna. A ella la conozco desde el jardín de niños y no entiendo como es que he podido con ella todo este tiempo. Sin embargo muy en fondo, aunque nunca lo admitiera abiertamente, ella era mi mejor amiga, la persona en quien mas confiaba, y por supuesto que también la queria.

Metí a mi boca el ultimo pedazo de pan que me quedaba y con paso cansado me dirigí al baño para cepillarme los dientes antes de iniciar otro hermoso día —sarcasmo—. En cuanto terminé mí importante tarea de lavar minuciosamente mis dientes, tome mis cosas y camine a la parada del bus. El trayecto fue normal, gente empujándome para pasar, gente empujándome para poder alcanzar un lugar y no tener que verse en la necesidad de ir parada. Gente, gente y más gente, aplastandome como la pulga insignificante que seguramente era.

Cuando por fin el tortuoso viaje terminó y pude liberarme de los empujones de la gente, se mostró ante mi aquel enorme edificio que conocía perfectamente bien, mi preparatoria. Tome un largo suspiro y como si estuviera yendo directo a la guerra, camine con paso lento. Odiaba esta escuela, realmente la odiaba pero era una de las mejores que había, ademas yo una generosa beca que cubría todos los gastos y colegiaturas, no pude negarme al ver la enorme sonrisa de orgullos que tenía mí mamá cuando me llego la solicitud. Sin embargo, me sentía tan fuera de lugar en esa escuela, apenas tenía un par de meses asistiendo en lo que era mi primer año y ya quería con urgencia que el día de mi graduación llegara pronto.

Aquí solo había gente pretenciosa, niños bonitos con dinero que su única preocupación en la vida, era el próximo automóvil del año que se comprarían.

Gente patética, con demasiada suerte.

Abrí mi casillero y comencé a buscar los libros de las materias que me tocaban hoy. Estaba demasiado ocupado hojeando mis libros que no me di cuenta de mi mayor dolo en el trasero se acercaba a mí.

—Hola, Blanca nieves, ¿En dónde dejaste a los enanos?— rodé los ojos cuando el grupito de Jaemin comenzó con sus clásicas bromitas del día.

𝗟𝗜𝗞𝗘 𝗔 𝗚𝗜𝗥𝗟|hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora