Rumbo a Meánoích 3

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          El marques y los lideres habían dado por fin la señal, la hora había llegado. La mayoría del ejercito comenzó a moverse en fila a través de la llanura, a excepción de la caballería quienes galoparon rápido hacia el castillo. Todos parecíamos una maza enorme de colores vivos, gran parte de los soldados y caballeros llevaban los colores del escudo de armas de la Marca de Oltivein. Este era cuartelado, el primer y cuarto consistía en una llave sinople sobre un campo de plata; el segundo y tercero poseía, en campo celeste, cuatro palos en oro. Esto hacia que la gran masa de soldados vistieran colores verdes, blancos, azules y dorados. Todos íbamos vestidos de la misma manera (a excepción de los lideres de centuria), con cota de malla, almófar y brafoneras ajustables, además de una sobrevesta que mostraba los colores del escudo. En lo único que variaban entre soldados eran los guanteletes, las botas y los yelmos, ya que cada uno se los costeaba.

          En mi caso era diferente, si bien iba armado de la misma manera, debido a que era miembro de la Orden de Tivaz mi sobreveste era de color granate, esto era para que mi ropa no se manchase de sangre si en algún momento entraba en combate, en contraposición de la tradicional túnica blanca de los sacerdotes; en cuanto a armas yo únicamente poseía una espada larga para defenderme, a diferencia de mis compañeros quienes tenían espada y escudo. Los sacerdotes de Tivaz desentonábamos con respecto al resto del ejercito junto a los lideres de centuria, quienes tenían mejores yelmos, guanteletes y botas, junto con capas que los identificaban como sirvientes de la marca.

          En la centuria a la que pertenecía también estaban Ulfrik y Oto, además de Fruela pero en otra fila diferente. Parece ser que aun seguían discutiendo sobre el brujo.

          —No te preocupes Oto, nadie se va a dar cuenta de que te orinaste encima cuando mueras, porque nadie recogerá tu cuerpo —Ulfrik dio una gran risotada—. No se te nota mucho que lo estas haciendo justo ahora.

          —Cállate Ulfrik, subestimar al brujo te puede costar la vida.

          —Lo que tu digas. ¿Por qué no te haces un hombre y dejas de ser un gatito como Rodd? —escuche eso ultimo pero decidí ignorarlo, estaba mas ocupado no caerme mientras camino por el temblor que tenia en las piernas.

          —Cállense ustedes dos —dijo Aryilak quien estaba a un lado de mi—. no quiero que sigan hablando mientras marchamos hacia el castillo, sus compañeros pueden ponerse nerviosos.

         —Mis disculpas señor. —dijo Ulfrik callándose por fin.

          Cada vez estábamos mas cerca del castillo, el cual se veía mas imponente con cada paso. Seguimos marchando poco a poco con la intención de que la  caballería vuelva a informarnos que era seguro entrar. Tras unos momentos nuestros compañeros de centuria comenzaron a hablar muy confiados, de alguna manera la tensión y miedo había disminuido entre nosotros.

          —¡Oye Roderico! —dijo uno de los compañeros de centuria el cual no conocía su nombre, supongo que habrá sabido mi nombre por los comentarios de Ulfrik—. ¿Puedes ver si la caballería ya llego al castillo?

          —No, aun no —la caballería estaba bastante cerca pero aun no habían llegado para registrar el castillo, aun así estaban bastante lejos y apenas los lograba divisar. Intenté agudizar la vista para saber que estaban haciendo—. Creo que les falta poco para llegar, seguramente dentro de unos cinco minutos van a volver y...

          De repente un ruido ensordecedor irrumpió en el ambiente haciendo que todo el ejercito se parara en seco casi al mismo tiempo. Se escuchaba parecido al estruendo que hacen los truenos durante las tormentas pero mas largo, como si fuera el exhalo de algún animal. En ese momento todos comenzaron a alterarse y hablar entre ellos mismos sobre el ruido. 

Corazón de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora