Rumbo a Meánoích 5

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          Tras unos momentos en el que trataba de asimilar todo lo que había pasado me quede mirando el campo de batalla, había tanto restos de esqueletos como cuerpos de soldados caídos, no habíamos sobrevivido muchos, ya solo éramos poco mas de treinta personas de los 720 que habíamos partido de la marca de Oltivein. Claro, tampoco era correcto decir que todos los demás habían muerto, ya que muchos soldados desertaron en cuanto vieron al guiverno en los campos, pero aun así, ¿había valido la pena tantas bajas? 

          Me dirigí a ver el cadáver de Fruela, no podía reconocerlo, ya no era aquel joven robusto y piel blanca que conocí alguna vez, ahora era un montón de carne carbonizada al quien le salía humo de todas partes, sentí una gran impotencia en ese momento. Me di cuenta de que ver su cuerpo me podía afectar de manera negativa así que aleje la mirada hacia el cielo... y luego al castillo. Me quede así hasta que una mano se apoyo en mi hombro, era la de un soldado de una centuria diferente a la mía. Tenia una sonrisa en su rostro.

          —Eres un verdadero héroe, mataste al guiverno tu solo y nos salvaste de morir calcinados.

          —Es cierto —dijo Ulfrik acercándose a mi—. ¡Nos salvaste a todos! Debería de haberlo supuesto, no eras ese gatito que vimos en la carpa, nos lo estaba ocultando, ¿verdad?

          —Un grande —exclamo Otovacar—. Roderico "el Matademonios", "El terror de Brujos" o "El Heroe de Skalia", deberías de usar esos apodos.

          Nunca me había pasado algo como eso, todos se acercaron a felicitarme por haber aniquilado al guiverno, en ese momento, probablemente uno de los mas felices de mi vida, en ese instante sentí como si mis acciones tuvieran una consecuencia positiva entre mis compañeros, dejaron de verme por encima del hombro y me vieron con ojos de admiración, me sentía realizado y querido, por un momento me había olvidado de los dolores que tenia, aunque aun permanecían ahí y hasta el día de hoy no se han ido.

          —¡Oye tu! —dijo de repente Aryilak—. ¿Roderico, verdad? Ven aquí —Me acerqué rápidamente donde estaba mi líder, quien estaba apartado de todos los demás a un lado del cuerpo de Laquerok—. Primero que nada, felicidades por darle muerte del guiverno muchacho, no estaría seguro si te dijera que podíamos con la situación pero tu lo lograste por tu cuenta, supiste aprovechar el momento preciso, felicidades.

          —Muchas gracias mi señor. —dije un poco apenado.

          —Bien, ahora necesito que hagas una cosa muy importante, nosotros nos tenemos que quedar aquí para reconocer los cadáveres y anotar quienes son los caídos, además de investigar el terreno para ver si no hay ningún otro peligro. Lo que quiero que tu hagas es que entres al castillo y busques a la princesa, no creo que ya haya algún peligro dentro de las puertas, así que espero que la encuentres y la traigas con nosotros. ¿Entendiste?

          —Por supuesto señor, eso haré.

          —Bien, pero recuerda, estarás solo con ella, será mejor que no intentes nada, si te tardas bastante en traerla nosotros entraremos.

          —Claro señor, nunca se me ocurriría hacer nada.

         —De acuerdo.

         Cuando terminé la conversación fui inmediatamente a las puertas del castillo, la entrada principal era un portón doble y la abrí de par en par. Estaba en el salón principal, yo sabia que probablemente la princesa estaría en una de las torres, seguramente la mas alta, así que tome el camino mas cercano a la torre, me orienté para saber cual de las escaleras era la que debía de tomar para llegar allá. Tras unos cuantos minutos buscando encontré una puerta que me llevaba a las escaleras que estaba buscando, estaba bastante cansado por el combate pero aun así intente sacar fuerzas para subir corriendo hacia arriba. 

Corazón de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora