Llegamos a mi casa, mi mamá subió al segundo piso, yo me dirigí a la cocina, tome un bidón de tres litros, latas de comida, y algunos fideos, mi madre bajó la escalera con unas sábanas, carpas y dos bolsos, empacamos, abrimos la puerta y nos fuimos corriendo, yo la tenía tomada de la mano, llegamos a la plaza, veíamos a mucha gente correr con bolsos, e incluso con niños, seguimos avanzando por las calles, nos encontramos con Jaime y su madre María, mi madre les dijo –¿Saben que hay que evacuar, cierto?- María respondió –Claro, hay que dirigirse al puente, será mejor que vallamos juntos- Jaime replicó –Será lo mejor para ambos-, -Eso sería genial- dije yo, seguimos avanzando a un paso no muy lento, pero no tan rápido, llegamos a la entrada del puente, veía como filas y filas de gente y vehículos se conglomeraba allí, hicimos la fila, veíamos como la gente lloraba, gritaba, preguntaban por sus parientes o amigos, del otro lado del puente veía vehículos armados, militares, helicópteros e incluso tanques, pensé –¿Es esto necesario?-, Jaime me sacaba de mis pensamientos diciéndome –Tu madre me contó que tu padre estaba en el hospital cuando todo comenzó, lo siento- le respondí –No te preocupes, yo sé que está bien, lo presiento- Jaime me iba a responder, cuando de repente aparece un vehículo que se dirigía descontrolado hacia la zona en la que estábamos, pude reaccionar a tiempo, empujé a mi madre fuera del camino, y Jaime empujó a su madre, mientras estaba en el suelo grité -¿¡Alguien resultó herido!?-, escuché que alguien replicó -¡Por acá!- me acerqué a su voz, encontrando a un joven de aproximadamente 27 años en el piso, con unos moretones, nada grave, le dije –No te preocupes, estarás bien- en ese momento vi que alguien se acercaba y me decía –Yo me encargo-, -Ok- le dije, para dirigirme hacia el vehículo el cual había provocado todo esto, me acerqué cuidadosamente, y de la nada, del auto salió un joven gritando -¡Ayuda, Ayuda!, ¡mi padre se volvió loco!-, Jaime socorrió al joven, mientras yo intentaba abrir la puerta del piloto, en la cual estaba el padre, al parecer fallecido por el impacto, abrí la puerta, le tomé el pulso al padre, efectivamente, estaba muerto, me dirigí al agitado joven, y le pregunto -¿Estás bien?-, el joven me dijo –Si, gracias, ¿cómo está mi padre?- , tomé aire y le dije –Tu padre, no aguanto el impacto, falleció, lo siento-, vi como el joven miraba al piso para evitar ver sus lágrimas, Jaime me dijo –Saca al señor del vehículo, lo tendremos que enterrar o algo así, ¿no?- le dije que sí, moviendo la cabeza, me acercaba al señor, comencé sacándole el cinturón, me percaté como sus parpados se movieron levemente, y sin previo aviso se abalanzó sobre mí, al parecer no tenía control de si mismo, gritaba como un animal rabioso, Jaime se acercó y pateó al señor en el estómago para que me pudiera liberar, le dije –gracias-, pero el señor se abalanzó en esta oportunidad sobre Jaime, no sabía qué hacer, la adrenalina recorría mi cuerpo, desenfunde mi pistola, y apunté a la cabeza del agresor, jalé el gatillo, el silencio inundó el puente, sentía los latidos de mi corazón, mis manos tambaleantes, mi madre se acercó para sacarme de mi estado de asombro, miré despistado hacía todas partes, y dije en voz baja –Lo… Lo…Lo… ¿Lo maté?- dije anonadado, Jaime saco el cuerpo sin vida de encima de él, y me dijo –gracias-, al parecer también asombrado, el joven gritó -¡El auto está desprendiendo gasolina!- no había que ser genio para saber lo que iba a pasar, la gasolina llegó a una llama causada por el impacto del vehículo, y de la nada, todo era gritos, todo transcurría en cámara lenta, veía gente tirada en el piso, al igual que mí, a mi izquierda yacía Jaime inconsciente, me acerqué a él lo más que pude, mis ojos ardían por el humo de la explosión, y de repente sentí que algo me estaba empujando hacia el agua que pasaba por abajo del puente, miré a mis pies y me di cuenta de que mi pie estaba atorado en la puerta del auto, exclamé -¡Jaime, ayúdame!-, Jaime se despertó y me miró, me dijo -¡Dame la mano!-, me intenté sujetar de su mano, pero no alcanzaba, Jaime se estiraba para poder tomar mi mano, pero no alcanzaba, el auto comenzaba a resbalarse, Jaime exclamó -¡¿Sabes nadar?!-, yo le respondí -¡Si, pero no vas a hacer lo que creo que estás pensando, ¿no?!-, -Temo que si- dijo Jaime, se lanzó al vehículo, y comenzó a golpear la puerta en la que mi pie estaba atorado, pensé –de acuerdo Clark, solo aguanta la respiración y todo saldrá bien- , Jaime soltó mi pie –De acuerdo, solo salta- exclamó, yo no lo pensé más y me tiré al agua mientras el auto se resbalaba de a poco, acto seguido Jaime se tiró también, cuando salimos a la superficie, un vehículo calló junto donde estábamos, haciéndonos hundirnos otra vez, comencé a nadar hacía la orilla, sin saber que orilla era, y mis manos tocaron tierra, al llegar a la orilla me arrastré lo más lejos posible del agua, me puse de espalda, estaba amaneciendo, miré al cielo, y me desmayé.
ESTÁS LEYENDO
¿Recuerdas el amanecer?
AventuraClark es un chico de 17 años, que vive en una casa propia, va en la universidad, está a punto de trabajar, pero toda su vida cambiará, porque el apocalipsis llega cuando menos te lo esperas.