Amor entre letras 6

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Capítulo 6

Miranda

Andrea se fue y quedó para mí además de su suave olor a lavanda, una sensación de culpa. No estudié psicología, pero sé que mi simple amonestación no era la causa de sus lágrimas. Estaba atemorizada y triste por alguna razón, pero el que haya sido yo la causante de aquello, del desplome de algún recuerdo, me permitía degustar el sabor exacto de la culpabilidad.

Metí el manuscrito en mi bolsa y los ensayos los coloqué en una de mis carpetas, guardé el móvil y me equipé de todo aquello para salir. Iba directo a la salida, pero después tomé un rumbo diferente. Debía hablar con Robert.

Caminé por el pasillo y entré a la primera oficina que daba inicio al plantel vecino, que era la oficina de dirección. Entré después de dar un par de tocadas a la puerta. Robert estaba con una de las psicólogas de la universidad. Fingían que solo estaban hablando, pero lo conozco muy bien para creerlo.
Sospechoso.

La mujer se despidió con un breve asentimiento de cabeza luego de unas palabras más con Robert y yo me senté. Estaba realmente cansada.

- Querida mía, dichoso de verte. En el mismo plantel y jamás vienes aquí. ¿Qué viento borrascoso te trae a mí?

- Nunca dejarás tu peculiar forma de hablar. Aun así te adoro- él sonrió, sentándose a mi lado en el amplio sofá rojo y yo seguí- quisiera preguntarte acerca de una estudiante del grupo A.

- El mejor grupo de todos, en mi opinión. Supongo que es el que menos dolores de cabeza te dará. ¿Cuál estudiante?- preguntó con curiosidad.

- Andrea, Andrea Sachs. Jamás había visto una chica más tímida. Bueno, al principio no sabía si era timidez o apatía a la clase. Pero hoy me di cuenta que no puede ser por la segunda. Estoy segura que algo le pasó. No creerás, se derrumbó con una simple amonestación. Debía leer un ensayo frente a la clase y simplemente respondió que no. Eso me disgustó bastante. Ya me conoces y no me pude aguantar. -Respondí. Robert me escuchaba con atención  y una vez hube terminado satisfizo mi inquietud.

- Eso me han dicho de ella. Se niega a participar en clase y valida todo con algún otro trabajo. Finalmente los maestros han aceptado porque sinceramente no hay manera de lograr que hable delante de toda la clase, aunque según su amiga, la chica que casi siempre está con ella, ¿cómo es que es su nombre? Emmy, Emma. Sí, sí, ella, Emily, a quien le preguntamos al respecto, dice que todo es a raíz de la muerte de su padre. Era un excelente piloto y murió en un accidente. Su fallecimiento coincide con el tiempo exacto desde el cambio de tu ahora estudiante. Creo que no se lo está pasando muy bien.

Después de hablar un rato más con Robert, me fui a casa. Mi duda estaba satisfecha. Era clara la razón que ocasionaba la introversión en Andrea.

El gordo Arni estaba durmiendo y Kay se fue en cuanto llegué. Me metí a la ducha y luego de la tibia agua reconfortante, vestí una cómoda bata negra de seda, encendí la computadora y empecé a trabajar en la clase que llevaría para el día de mañana.

Tardé un par de horas preparando el tema y después cené. Saludé a Arni una vez más y me dediqué a leer todos los ensayos del grupo A. Tomé el ensayo que tenía la marca y comencé a leer. Tenía una inmensa curiosidad por leer lo que Andrea había escrito. Esa jovencita de grandes ojos verdes llamaba mucho, mucho mi atención.

                    .   .   .

Para mi tercer día enseñando en la universidad, decidí usar unos vaqueros ajustados color mostaza y una blusa corte imperial negra, con tacones del mismo color y un maquillaje suave.

Era miércoles. No estaba tan emocionada. Era el único día de la semana que no me tocada dar clases en el salón de Andrea.

Cuando llegué a la universidad, faltaban cinco minutos para el inicio de la jornada académica. El primer grupo del día miércoles era el más jodido. Sin embargo, sabía que podía tenerlo todo bajo control.

El día transcurrió dolorosamente lento. A las 11:00 AM sonó la campana para el receso de 30 minutos. Todos los estudiantes salieron con prisa del salón y yo aproveché para quedarme a solas. Saqué mi teléfono para jugar algo un rato, sin la mínima intención de salir. No tenía apetito, así que no había razón para salir.
Después del receso tenía una hora más con ese mismo grupo, entonces, para evitar caminatas largas y sonrisas fingidas, prefería disfrutar de aquel poco tiempo a solas.

Tan solo transcurrieron un par de minutos y ya estaba aburrida.

Si meditaba en el asunto, realmente era una Madame Bobary contemporánea. Reí para mis adentros y llamé a un chico que estaba cerca. Le pedí un pequeño favorcito y cinco minutos después Andrea entraba por la puerta. Le pedí que la cerrara y ella así lo hizo. Entró con su característico estilo lleno de timidez y de forma delicada se sentó, rodando una silla frente a mi escritorio.

- Anderson me dijo que usted le mandó a buscarme.

Dijo suavemente.

- Así es. Quisiera hablar contigo. Ya solo quedan -miré la hora en mi celular- 15 minutos de receso. ¿Te importaría si habláramos ese tiempo?

Vi que se removió incómoda en su asiento y luego me mostró lo que parecía el indicio de una corta sonrisa.

- No, no me importaría. Estaba sola. La chica con la que estoy casi siempre tiene mejores asustos que atender. ¿Qué quería decirme?

Su voz era extremadamente dulce. Tan agradable que deseas que continúe hablando.

- Cuando estemos a solas me puedes tutear. Dime Miranda. -Le hice uno de mis estudiados guiños y ella pareció ruborizarse. ¡Extremadamente dulce! - Ayer, ayer no fui la más comprensiva, lo sé. Sé que lidias con el pánico que te produce hablar frente a la clase, pero no puedes simplemente renunciar a intentarlo. Hay muchas formas de superar eso. ¿Sabes? Ayer en la noche leí tu ensayo -pude ver su rostro tensarse y sonreí para calmarla- hey, hey. Estuvo magnífico. Tu forma de decir lo que piensas, el meticuloso uso que le das a cada palabra para formar una frase es impresionante. Se nota el rigor y cuidado con el que relatas lo que piensas. Sería fabuloso que además de los maestros, de vez en cuando los chicos también aprecien tu talento. Te lo prometo, cariño. No es tan difícil.

Ella me miraba siempre con detenimiento y su expresión cambió ligeramente al escucharme llamarla "cariño". Esta chica era todo un chocolatito.

- No sé qué decir. Yo intento. De verdad lo intento. No es que quiera ser así, así como soy. Me armo de mucho valor e intento, pero es en vano. No logro hacer amistades, no logro comunicarme con nadie. Es como si... no sé cómo explicarlo.

Hablaba y luego frenaba sus palabras. Buscaba sentido en lo que decía y después se perdía. Era como una niña asustadiza.
Tenía ganas de ir hasta donde estaba y rodearla con mis brazos para que sintiera la cercanía y calidez que tal vez no tenía. Pero no, no lo haría. No era lo correcto.

- ¿Sabes? Puedo ser tu tutora si lo deseas. Solo sería una hora después de la jornada académica. Creo que con un poco de tiempo podremos mejorar lo de tu pánico y no me tienes que pagar nada.

Andrea abrió espectante sus expresivos ojos verdes y luego frunció el ceño.

- No hay manera. No aceptaría que gastaras más de tu tiempo en una tutoría para mí y además que no recibas remuneración por eso.

- No aceptaré ningún pago. Hablalo con tu madre y me dices. Piénsalo. No todo el mundo tiene la fortuna de estar horas extras con Miranda Priestly.

Vi sonreír a Andrea con ojos tristes y después de no dejar en claro si aceptaba o no mi ofrecimiento, le di mi número por si deseaba hablar  y luego salió del aula. No pasó mucho tiempo y la campana sonó, anunciando la reanudación de la jornada.

¡A la carga! Un par de horas más y luego a casa...

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