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"Gilbert estaba acostumbrado a hablar de sí mismo como «un casado viejo». Pero seguía mirando a Ana con los ojos incrédulos de un novio. No acababa de creer que ella fuera realmente suya. Podría ser sólo un sueño, después de todo, parte integral de esta mágica casa de los sueños. Su alma seguía andando de puntillas ante ella, temiendo que el encantamiento se quebrara y el sueño se desvaneciera"

-Ana y la casa de sus sueños

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