Liam me miraba. Me miraba a mí, no a través de mí. Me miraba fijamente, o quizá
completamente perplejo. Me fijé en el cardenal que se le empezaba a formar en la mejilla.
¿Lo habría oído bien? ¿Mi nombre?
—¿Qué demonios ha pasado? —Soltó una media carcajada—. Es como si acabara de
pegarme el defensa de un equipo de fútbol.
—He resbalado…
¿Y qué podía decir? Tenía la verdad en la punta de la lengua, a la espera, pero si Liam lo
supiese, si supiese lo que acababa de hacerle…
—Y ahí estaba yo, intentando ser valiente y todo ese rollo, presto a recogerte. —Rio
entre dientes y buscó el árbol más cercano para apoyarse—. ¡Lección aprendida! La próxima
vez te dejo caer, pequeña, porque, tío, pegas fuerte…-Mentes Poderosas