" Las estrellas tapizaban el cielo después de la hora del crepúsculo en apiñados grupos relucientes, como mazorcas de diamantes, y la luna, ese astro melancólico que parece despedir reflejos de sentimiento y ternura sobre el corazón que sufre, ese sol de la noche ruboroso y tímido como la primer caricia de amor de un semblante inocente, esa luz cariñosa y suave que ilumina y disipa las tinieblas sin delatar los secretos que descubre con su mirada lánguida y tranquila, extendía sobre la tierra ese color naranja blanquecino con que la hace aparecer fantástica, bella, convidando eternamente a la dulce meditación y al reposo"
-La hija del Mar