No podía dejar de soñar con ella. Con sus labios rojizos, esponjosos y hermosos. Con sus cabellos largos, levemente rizados y oscuros, pero sobre todo, con su piel blanca, blanca como la nieve más pues y limpia que haya existido en el planeta.
Era muy bella. No había mujer más bella. Pero no estaba destinada para él.
O tal vez sí.
Siempre había dicho que no se arrepentía de nada, arrepentirse era cosa de estúpidos, gente sin pensar y sin una pizca de responsabilidad. Aquello no era una excepción a ello.
Pero aún así, no podía dejar de pensar en como había terminado así. Con el rostro hinchado, sus muñecas cortadas, sus ojos cansados y su abdomen adolorido.
No se arrepentía de nada en su vida. No se arrepentía de haberse enamorado de un hombre, a pesar de saber todo lo que podía y pudo causarle aquello. No importaba realmente.
Sus ojos, cansados e hinchados por tanto llorar mientras suplicaba por qué las torturas parasen, estaban a punto de cerrarse. Aceptando lo inevitable, aquello que estaba destinado a ocurrir en cuanto el sol saliese.
Un sonido metálico y rechinante alteró todo pensamiento suyo en un instante. Los barrotes oxidados de la entrada de los calabozos siendo levemente arrastrados con la intención de generar menos ruido, a pesar de ser algo inevitable. Aquello hizo que sus cansados ojos se abrieran rápidamente.
La poca luz que había en las masmorras solo le permitían ver una silueta que solo el conocía a la perfección, una que todos sus sentidos conocían a la perfección.
Pensaba que sus cansados ojos no podría llorar más. Todo sentimiento de tristeza y dolor lo habían agotado hasta dejarlo en aquel terrible estado. Pero, el joven pintor, aún sin energía, con los ojos hinchados y cansados, el rostro golpeado y cuerpo adolorido, lloró al ver a su amado ahí.
La imagen de Lucas era terrible, el corazón de Ten dolía al ver su rostro, con rastros de sangre y golpes de colores morados y rosaceos.
Con su ropa sucia y rasgada, su cabello sucio y alborotado, se encontraba sentado y encadenado de sus manos, era una fortuna que no le hubiesen quitado toda su movilidad, pero, no había realmente mucho que hacer.
Lucas pensó en aquel instante, que Ten se asemejaba demasiado a un ángel en esos momentos. Cómo los que habían visto juntos en la catedral tantas veces. Pintados en las enormes pinturas con óleos, en las estatuas y en cada descripción de los cuentos que Hendery solía relatarles.
Con su piel blanca, teniendo un leve brillo por estar contra la poca luz que había en el lugar. Algunos de sus pequeños y delgados cabellos rojizos podían verse un poco. Su boca entre abierta por el asombro y el horror de ver a su amado en aquel estado tan deplorable, no podía a pesar de aquello, dejar de verse tan bonita. Con sus labios rosados y delgados, brillantes por la leve capa de saliva provocada por si mismo. Tanta había sido su ansiedad que se había mordido los labios incontables veces.
Tenía sus ojos brillosos, se notaba como quería llorar y no podría evitarlo. Pero aún así, se veía tan hermoso.
—¿Qué haces aquí?
El joven príncipe se acercó tan rápido cómo pudo a Lucas, tirándose de rodillas frente a su amado. El sonido seco de sus rodillas chocando contra el suelo lo había alarmado, no podía dejar de pensar que se habría lastimado, pero antes de siquiera preocuparse por ello, el Príncipe de Corazones volvió a hablar, aún con las lágrimas contenidas en sus pequeños ojos.
—¿Quién mierda te hizo esto?
Su tono tan preocupado, lleno de ira y desesperación mientras tocaba levemente su rostro lo llenaban de un sentimiento extraño.
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after midnight|luten
Fanfiction› el príncipe pintor y el príncipe de corazones estaban juntos por fin. ◠ angst; contenido sensible ◠ ganadora en los 80's disco awards en la categoría 'fanfic: historia corta' 🥇