‹Capítulo 1›

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—Gavyus, nuestra nación, es una isla pequeña, pero con una población bastante densa. Las condiciones de vida en este lugar son muy favorables. El clima tiende a ser caluroso pero no en demasía, y el invierno, aunque es un poco escaso, siempre llega en fin de año. Díganme, ¿prefieren el ambiente veraniego o las gélidas fiestas en Navidad?

—¡Yo adoro las fiestas navideñas, señorita! —sobresalió animadamente un pequeño entre el montón—. Son la única etapa del año en que puedo ver nieve de verdad, no virtual.

—A mí no me gusta. El verdadero invierno mata a muchas plantas y los animales pasan frío —objetó otro de los alumnos.

—Es cierto que el invierno dificulta la vida de la naturaleza, pero tranquilos, la ciencia ya ha resuelto varios de esos inconvenientes. Y ya que hablamos de naturaleza, ¿no es increíble nuestra vegetación? Gozamos de la mejor calidad de productos la mayoría del año y protegemos a la fauna silvestre en un distrito entero.

—Una vez mi abuelo me llevó a una excursión por ese distrito —comentó rápidamente una niña—. Vi a un tigre súper raro, casi mágico. Parecía creado por un programa de inteligencia artificial.

—Oye, pues qué interesante. Si hay algo de lo que podemos presumir es de nuestras especies y de nuestra tecnología. Ya estamos en el año 2071 y es fabuloso cómo ha avanzado la ciencia en esta última década. ¿Saben cuál es el trabajo más popular en todo Gavyus?

—¡El trabajo científico! —contestaron a coro.

—Exactamente. Todos los que se dedican a este trabajo aspiran a llegar a la sede principal de las ciencias, o sea, la gran empresa ATS. Si les interesa esta profesión y se esmeran, podrán trabajar allí sin problemas. Esta institución es la mejor para ello. Hasta pueden iniciar desde pequeños si lo desean, así como lo hice yo. Para eso tenemos laboratorios y tutores especializados en enseñar a futuros científicos de su edad.

Fui interrumpida por la voz robótica proveniente de los altavoces, encargada de monitorear los horarios escolares. Su resonar en todos los salones hacía el anuncio de la culminación de clases.

—Bueno, gracias por su atención, chicos. Espero verlos pronto para otro interesante debate. ¡Nos vemos!

—¡Adiós, señorita! —otro coro acompañado de tiernas sonrisas me dio la despedida.

Así terminó mi faena el fin de semana. Había sido enviada junto a un grupo de otros científicos hacia algunos colegios de los alrededores con la misión de reunir nuevos y jóvenes aprendices. Debo admitir que adoro los niños, por lo tanto, no fue difícil para mí contarles sobre la ciudad y el trabajo que desempeño.

Cuando entré al aula asignada, se sorprendieron mucho, lo cuál me puso un tanto nerviosa. Quizás fue la impresión de conocer a una científica adolescente con cabello naranja intenso —un color de pelo poco común a decir verdad—, y encima natural. De ahí mi antiguo apodo de la infancia: "cabeza de zanahoria", todo debido a mi abstracta melena.

De cualquier modo, la jornada fue agotadora. Me compadecía de cualquier posible pequeñuelo que se hubiese interesado en mi discurso. Sí, amo mi trabajo y lo que estudio, pero el esfuerzo para lograr un tiempo libre en la carrera es solo para valientes o desquiciados. Todo empleado de la ATS tiene una agenda muy apretada que atender. Tanto es así, que muchas veces tuve que suprimir mis ganas de tomar una siesta para estudiar y confeccionar tesis en tiempo récord. Ajá, así de insufribles son mis proyectos escolares.

Al salir a la calle y tomar el camino a casa, pasé por la empresa de mi familia. Ya la he mencionado antes: la ATS. Era la edificación más imponente de toda la zona. Con apenas dieciocho pisos, era capaz de hacerle competencia a los tantos rascacielos que la rodeaban. La brillantez azulada de sus cristales y sus paneles de vidrio inteligente que cambiaban de color según la luz del día y la necesidades de privacidad de sus empleados la convertían en una auténtica maravilla arquitectónica. Y eso era solamente su asombrosa fachada. Además, su perímetro estaba rodeado por un parque lleno de plantas y flores exóticas, algunas de ellas modificadas genéticamente para tener colores aún más vibrantes. Sus senderos iluminados le brindaban un toque acogedor al ambiente.

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