Solo la mano

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      Llegó el monstruo de Frankenstein a la hacienda del alcalde de Transilvania y tocó a la puerta. Antes de que el impresionado señor diga una palabra, el monstruo le dijo:

   - ¡Vengo a pedir la mano de su hija!

   - ¿Pero qué, no lo sabe? Mi hija murió hace tres días.

   - Es que antes de que ella falleciera, noté que tenía una manicura divina y no quiero que se eche a perder.

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