Jueces

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— Aquí están sus medicinas.

— Gracias.

— Señora, debo preguntar. ¿Para qué necesita tantas medicinas? Demasiado químico podría hacerle daño.

— No se preocupe, joven. No todo el medicamento que le he pedido es para mí.

Al día siguiente, dos oficiales de policía se presentaron en la casa hogar donde trabajaba la enfermera. Se portaron groseros al principio, platicaron mucho y después de beber un poco de té, los oficiales se fueron.

Por la tarde:

— Vengo por más medicinas.

— ¿Señora? Pero, pensé que...

— ¿Que traficaba con medicamentos? Dígame. ¿Que los acumulaba para convertirlos en otra droga?

— No, señora. Yo solo hablé al mayorista para que le entreguen el medicamento de forma directa.

— Ya veo. Le pido una disculpa, entonces. Al final, usted fue el único que no se llevó una mala interpretación de los hechos.

Relatos CortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora