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Inicio de semana.
En el refinado y a veces florido vocabulario de Levi Ackerman no existía la comúnmente quejumbrosa frase "no me quiero levantar", tampoco era el arquetipo de persona floja que acostumbra refunfuñar cada mañana que "no quiere ir a trabajar".
Muy por el contrario, se levantaba muy temprano a punto de las seis, normalmente poco antes del amanecer, para ir a correr y aprovechar la mañana antes de que el parque se abarrotara de todo tipo de gente, por ejemplo, mocosos escandalosos o de turistas.
Quizá si tuviera algún tipo de compañía femenina a su lado para que lo abrazara, apapachara, mimara... así probablemente no le importaría quedarse dormido más tiempo acurrucado junto a ella en la calidez de las sabanas. «Una novia, una pareja... o quizá algo casual... definitivamente NO, olvídalo. Tsk». Se levantó frunciendo el ceño de mal humor, pero por el rumbo oscuro que estaba tomando sus pensamientos, más que nada.
«No soy como ese tipo de hombres de mierda».
Ya de pie en su área de aseo, cepilló sus dientes, lavó su cara, y se vistió con su ropa deportiva casual: pantalones de chándal gris y una sudadera negra encima de un suéter de igual color. Estaba frío afuera, pero con el esfuerzo físico pronto entraría en calor.
Al punto de casi cruzar la puerta de entrada, se devolvió inmediatamente al percibir cierta pestilencia invadiendo sus fosas nasales, otra vez. El arenero estaba sucio, se percató y, al parecer, muy sucio. Levi frunció el ceño al observar tremendos trozos fecales sobresaliendo de la superficie de la cajita rosada. «Esa gatita pesa como dos kilos, ¿cuánta caca puede almacenar?». Se quejó en silencio y a regañadientes procedió a tomar la pala y una bolsa donde arrojar las deposiciones de su "Mikasa".
«Increíble que me esté encargando de estos menesteres tan domésticos, ya parezco su jodido esclavo.»
Nuevamente, si bien Levi era un experto limpiador compulsivo que adoraba el orden y el aroma a desinfectante inundando los rincones de su espacio, no le hacía gracia hacerse cargo del desastre de otros, pero en su caso no podía hacer más nada. El gato estaba bajo su cuidado —por ahora—, y si él no se ocupaba en ese instante, nadie más lo haría.
Cuando terminó, dejando todo impecable, presuroso se marchó al parque. Mas antes de salir, Levi se dio cuenta de que el paradero de Mikasa nuevamente era desconocido.
«Tsk, estúpida gata»
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Una hora más tarde, el azabache se encontraba de vuelta en su departamento. Tomó una refrescante ducha, que de refrescante no tenía nada más que el efecto, puesto que le gustaba el agua a 40 grados resbalando por su cuerpo; Levi sentía cómo sus músculos relajarse después del esfuerzo físico matutino.
Al salir se vistió y arregló, tomándose su tiempo en escoger su vestimenta para ese día, total, no tenía prisa. Cada nuevo día Levi era meticuloso escogiendo su atuendo, que normalmente constaba de un pantalón negro y camisa de vestir blanca, y ocasionalmente gustaba de usar también una corbata o cravat alrededor de su cuello, algo quizá demasiado formal para un simple profesor de primaria que no tenía nada que ostentar, pero a él le gustaba verse así.
«Guapo». Diría su madre con ojos brillantes y esa perenne expresión burlesca pintada en su cara —muy parecida a la de su tío Kenny—, si fuera día de visitarla esa tarde.
Levi suspiró, pensando en la rutina que tenía por delante. Siempre era lo mismo, pero ese lunes culminaría de manera diferente cortesía de su intrusa, y de Hange, lo cual lo mantenía en un estado de ansiedad intercalada.
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MiCATsa
FanfictionUA. Una intrusa inesperada se cuela a la vida de Levi, un hombre común, pero con una estricta rutina en su día a día. ¿Volcará patas arriba todo o, por el contrario, traerá consigo la paz que tanto necesita para librarse de un pasado oculto que le a...