01. La noche del viernes

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El hombre llegó a su apartamento, rápidamente se descruzó la mochila deportiva que portaba y corrió hacia el aparatito en la pared que encendía la calefacción del suelo. Tardaría un poco en calentar, así que por mientras fue en búsqueda de alguna caja vacía que tuviera olvidada por ahí.

Intuyendo que, dado el deplorable estado del pequeño aquello no sería suficiente, decidió tomar también una de sus toallas para manos con la cual envolverlo y secarlo, y con supremo cuidado depositarlo dentro.

¿Qué hacer ahora? Se preguntó Levi observando el panorama desde su magnitud. Primero: había actuado por impulso. Segundo y tal vez lo más importante: la higiene. El gato estaba sucio por donde se le viera, mojado, con lodo en las patitas, en las orejitas, lo normal si consideraba el haberlo hallado en rincones oscuros de un callejón donde se almacenaban cubos de basura. Evidentemente no podía seguir así, no mientras estuviera sobre su lujosa alfombra color crema. Sin embargo, tampoco podía simplemente arrojarlo cruelmente a la ducha como un trapo.

Era de conocimiento común saber que los gatos detestaban el agua, así que si lo intentaba, estaba el riesgo de que el animal se alterara y en consecuencia lo arañara, y quizá, huyera despavorido provocando así un desastre catastrófico en su morada.

No solo eso, también existía el peligro de que, dada su complexión debilucha, podría terminar matándolo con la fuerte presión del chorro del agua.

Levi estaba confuso y no sabía exactamente qué hacer a continuación, las consecuencias junto a posibilidades eran muchas. ¿Por qué había obedecido al impulso? ...cuando lo sopesó un minuto, se prometió que no se daría por vencido, y bendito el cielo que tenía a San-Google a la mano para resolverle todas sus dudas y preocupaciones.

Tecleó en el buscador: Cómo bañar a un gato. A lo que le arrojaron múltiples resultados de preguntas hechas por otros usuarios.

Levi se desesperó de ver tantas, frunciendo el cejo, pero bajando poco a poco en la pantalla, seleccionando leer solo las respuestas que más le interesaran.

«¿Cómo se puede bañar a un gato por primera vez? El primer baño se puede realizar entre los 2 y 3 meses de edad.»

A todo esto ¿qué edad tendría el gato? Él no era un tipo experto en mascotas, tampoco un veterinario amaestrado... no obstante tenía ojos y un fuerte sentido de la adivinación, así que a juzgar por el tamaño, le calculaba unos dos meses como máximo.

Bien.

«¿Cómo lavar a un gato sin que te arañe?

1. Corta sus uñas...»

Joder no, imposible.

Ni de broma haría eso en estas circunstancias. Tch, jodida lista del demonio.

La ignoró y mejor pasó a otra pregunta.

«¿Cómo bañar a un gato pequeño por primera vez? Para el baño de tu gatito, utiliza una tina tipo bañera para bebés y coloca en su superficie una toalla o alfombrilla de goma. De esta manera, garantizarás que tu gatito no se resbale y se sienta más seguro.

- Llena la bañera despacio y con agua tibia... »

Bingo. Sonaba sencillo, aunque incompleto, pero qué más da. Ya harto de leer toda esa palabrería de mierda, mejor se pondría manos a la obra ante lo investigado.

Como lo supuso, él no tenía una jodida bañera para bebé, lo más cercano que pudo hallar fue una de las múltiples canastillas que utilizaba para organizar sus muchos productos de limpieza. Eso le serviría, por ahora.

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