02. Sábado

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"Mikasa"...

Abrió los ojos, despertándose de un sueño no tan reparador y con ese nombre en los labios.

Parpadeó reiteradas veces, acostumbrándose a la luz del sol que se colaba por entre las rendijas de las persianas. Mientras se estiraba ligeramente, aún tumbado de espaldas entre las sábanas, rememoró fugazmente los acontecimientos de la noche anterior.

-flashback-

Mikasa.

«Nombre extraño para un gato», pensó sin darle mucha importancia, dejando la fina tira a un costado del lavamanos.

Olvidándose de ella, de todo, por el momento, para proceder él mismo a tomar una larga y relajante ducha.

Se la merecía después de tan atareante semana. Más por lo último que acababa de acontecer. Si bien vivía sumido en una rutina constante donde la mayoría se resumía a pasar una gran cantidad de horas educando mocosos en un salón de clases, las cosas tomaban un giro radicalmente estresante cuando llegaba la época de exámenes.

Justamente acababa de empezar, y con ello, su calvario.

Levi no gustaba de caer en exageraciones, pues si no le tuviera gusto a su trabajo no hubiera optado por estudiar esa profesión. Quizá el problema recaía en su vida personal.

No quería analizar a fondo ese aspecto, su introversión, estoicismo y preferencia por la soledad no era algo que le molestara sobremanera, pero en ocasiones sentía que faltaba algo de emoción, se angustiaba a intervalos cortos, sentía que se estaba desgastando por nada y que merecía la pena arriesgarse a algo más que solo sumirse en literatura policiaca cada noche.

Paró su filosófico tren de pensamientos cuando las burbujas desaparecieron casi por completo y el agua de la bañera comenzaba a enfriarse.

Levi salió de la ducha colocándose una toalla alrededor de la cintura y otra rodeando sus hombros, aunque viviera solo poseía la costumbre de cubrirse y no salir al desnudo como un troglodita, pudor hacia sí mismo tal vez, pero quién sabe. Aseó un poco el lugar aprovechando que ya estaba ahí, y lo primero que captaron sus oídos al abrir la puerta del baño fueron unos ya reconocidos sollozos paulatinos.

Su cejo se frunció, pero esperó a resguardarse en su pijama de franela antes de dirigirse a su sala de estar a comprobar qué estaba pasando.

«¿Por qué no se calla? tsk, no podré concentrarme cuando esté en mi hora de lectura»

Al estar frente a la criatura no observó nada «raro», no se había salido de su caja, pero se notaba la angustia y desconcierto en la aguda vocecita que cada vez iba aumentando su tono, y su desesperación. Movía la cabeza de lado a lado, como desconociendo las paredes a su alrededor, desconociendo al hombre hosco mirándolo ceñudo desde lo alto.

Levi se preguntó que rayos pasaba con el gato, ¿ahora que? Ya no estaba en la inmunda callejuela sufriendo de frío ¿que quería?, ¿que le afligía? tenía un techo que lo protegía, una cálida sábana que lo envolvía, ¿que le hacia falta para cerrar el hocico? No tuvo que repensar tanto, pues la respuesta llegó sola con un gruñido proveniente de su propio estómago.

«Ajá, con que era eso», que ingenuo se había comportado hasta ahora —y podía apostar a que continuara indefinidamente. Por su puesto, el animal moría de hambre casi tanto como él, pero con la prisa y la distracción de su obsesiva higiene no se había dado a la tarea de satisfacer.

«Joder sí, ya son las putas diez de la noche». Y él no había probado bocado desde las cinco de la tarde. Optó mejor a realizarse un sándwich en lo que lo sopesaba.

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