Capítulo 5

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—Ven aquí.

Lorenzo lo llamó. El aroma dulce del champú y del jabón invadieron sus sentidos. Con la luz apagada, Gabo se acercó a él. Tenía la manía de dormir con una camisa de tirantes, pero últimamente, Gabo se metía bajo sus sábanas en bóxers. Si Lorenzo ya se había calentado, Gabo le metía las manos frías debajo de la pijama y sus pies fríos le ponían la piel de gallina.

Gabo tensó el abdomen cuando se inclinó. Lorenzo le acarició el abdomen y jaló la banda elástica de la ropa interior.

—Es mío.

—Lo tuyo es mío y lo mío es tuyo.

—Ah, claro, comunista.

Gabo rió. La mano de Lorenzo se mezcló en su cabello húmedo, y el beso que siguió pasó de inocente a agitado en segundos. Era el anelo furtivo que se había elevado desde que volvió de México, y solo el ver a Gabo, sabía lo que él quería hacer.

—Ayer tuve un sueño, o quiero decir, una pesadilla.

—¿De qué trataba?— sus manos se posaron en las caderas de Gabo.

—Vos eras alguien, ¿cómo se dice?, alguien que mata por dinero.

—¿Un asesino a sueldo?— Lorenzo alzó la ceja.

Gabo asintió. Su rostro se transformó en uno pensativo, recordando lo que había ocurrido en el sueño.

—Una mujer quería hacerme daño y vos me protegias— Gabo borró su sonrisa— pero, luego me dejabas y no volvía a verte. Por eso, era una pesadilla.

Qué buena idea, Lorenzo pensó. Dejar a Gabo y seguir las órdenes de su papá al pie de la letra. No debió buscarlo, no debió conocerlo, no debió permitir lo que estaban haciendo. Pero, sus impulsos eran más grandes que lo que dictaba su razón.

—Vos no vas a dejarme, ¿verdad?

Lorenzo se mordió el labio, y ocultó el rostro en el cuello de Gabo.

—No.

Lorenzo, en ese momento, sintió que estaba mintiendo, pero, también creía que podía cumplir la promesa.

Gabo comenzó por hacer fricción entre su entrepierna y la pierna de Lorenzo. Sintió la dureza de la longitud, y la excitación mandó sangre al sur. Jugó con la oreja, y en el cuello, dejó marcas. Había sido tan fácil pasar a lo carnal, ignorando por completo el lazo de sangre que los unía. Sin embargo, teniendo a Gabo a su merced, olvidar ese pequeño detalle no era difícil.

Lorenzo apretó el muslo y las caderas, sus huellas quedaron impresas en la exquisita piel. Gabo arqueó la espalda, sus labios se veían húmedos y rosados, un poco hinchados también. Al meter sus dedos y hacer el movimiento de tijeras, Gabo se cubrió la boca, para que Amelia no los escuchara, lo que era estúpido. Ella lo sabía.

—¿Por qué me estás mirando así?— Gabo se alzó sobre sus codos, los músculos de su abdomen se tensaron y su ombligo quedó oculto.

—¿A qué te refieres?

—Como si no me fueras a ver de nuevo.

Lorenzo le acarició la mejilla.

—¿Me estás preguntado eso cuando estoy a punto de, ya sabes?

—Estoy viendo esa mirada justo aho- ngh…

El sonido gutural retumbó en el alma de Lorenzo. Poco atrás, Gabo ni siquiera sabía de su existencia, y entonces, Lorenzo estaba devorando a su hermano, a quién se prometió proteger.

Todo estaba tan jodido.

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—¿Qué debo hacer para que Gabo no esté inmiscuido?— Lorenzo apretó los puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos.

Diego sonrió. Lorenzo seguía temeroso de su papá, ya no como antes, cuando con una sola mirada, agachaba la cabeza y obedecía.

—Gabriel. ¿Sabes por qué Diana lo nombró así?

Lorenzo negó. La manera en la que su papá dijo el nombre de Gabo, lo hizo sentir como un pecador pese a que no seguía ninguna religión. Al igual que Amelia, él lo sabía. ¿Cómo? Lorenzo no tenía idea.

—Ella era muy religiosa y bondadosa. Quería que nuestro hijo se llamara igual que el arcángel Gabriel.

Sería una historia que Gabo amaría escuchar.

—Si quieres que tú hermano no siga el negocio, tienes que hacer sacrificios. Porque, como sabrás, no creo que a Diana le guste lo que estás haciendo con Gabriel.

Lorenzo se mordió el labio. Las palabras salidas como dagas de la boca de su papá, lo hicieron sentir asqueado de si mismo, como si estuviera abusando de Gabo y no fuese mutuo. Se le revolvió el estómago y las ganas de vomitar se hicieron presentes en cuanto su mente pensó en lo que su papá dijo.

—Uno se va, pero uno se queda. ¿Entiendes, Lorenzo?

Si, entendía. Gabo tenía razón, era una despedida.

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La esperanza se marchitó al ver el contenido de veinte pruebas de ADN. Todas positivas. No había duda, Gabo era hijo de Diego, lo que significaba que el tabú era real, como un maldito recordatorio de que nada en su vida podía ser normal.

Tenía la esperanza de que Gabo no fuese un Guevara. Y si lo era, falsificar pruebas y mostrárselas a Diego, pero su papá leería la mentira con tan solo verlo entrar.

La botella de whiskey rodó bajo el sillón, y siguió la de tequila. El vodka barato lo mareó, pero la botella apenas iba a la mitad.

Las llamadas provenientes de Gabo iban directo a buzón. Leía los mensajes, pero, no respondía.

Así que, al carajo, estaba ebrio, y se sentía vacío. Pulsó el botón verde y al primer tono, Gabo contestó. Escuchó la verborrea, el enojo de la incertidumbre. Cuando tomó el vuelo, no le avisó a Gabo, no dejó una nota, no hubo llamadas informativas. Gabo merecía saber, y lo que Lorenzo le ofrecía eran medias verdades.

—Creo que deberíamos terminar.

Sonó estúpido. No eran novios, eran hermanos.

—¿De qué estás hablando?

Lorenzo bebió un sorbo directo de la botella. El ardor siguió un camino de su garganta a su estómago.

—No voy a volver, arcángel Gabriel.

*Gracias por leer.

Ujuju siempre pongo al Lorenzo que se va y Deja al Gabo jiji originalidad 100%

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⏰ Última actualización: Jan 19, 2021 ⏰

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