Capítulo 2

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*** Me he dado cuenta de que casi siempre escribo a Lorenzo enamorado primero, y aquí será diferente.

Espero les guste ^^

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En los años que había vivido allí, Gabo no conocía la casa como conocía el orfanato. En la sala, le gustaba estar cuando Amelia hacía pan de queso y le contaba de su vida en Álamo Seco. En su habitación, no le gustaba estar. Las paredes blancas y los objetos caros, desde las sábanas hasta las cortinas, lo hacían sentir extraño en ese ambiente. Más allá de su habitación, jamás había ido. Eso sí, conocía el patio muy bien. 

Una de las dos puertas que jamás había abierto, esa noche, veía la luz traspasar del resquicio de una de esas. La habitación de Lorenzo, su hermano.

Gabo se sentía perdido y sin un mínimo atisbo de alumbramiento cuando se preguntaba quién era. No lo sabía. No estaba claro. Pero, parado afuera de la habitación de Lorenzo, las respuestas las podía escuchar sin antes ser dichas. Tenía familia y eso era lo que había querido, salir del orfanato acompañado. No solo y sin camino, sin una ruta trazada.

Le daba miedo hacer su presencia ante el extraño que posiblemente se estaba preparando para dormir. Desistió, o eso creyó.

—¿Gabo? Pasa. ¿Necesitas algo?

Lorenzo era tan diferente de él. Tenían el mismo apellido pero no el origen. Lorenzo ni siquiera era argentino, y físicamente, no se parecían en nada. Lorenzo medía casi dos metros y Gabo, por su parte, apenas llegaba al metro con setenta.

—Perdón. Si ya estás por dormir, mañana hablamos.

—No. Adelante. No estoy cansado. Dormí en el vuelo. 

Ver la sonrisa en la oscuridad, hizo que su corazón perdiera el ritmo. Gabo se recriminó. Lorenzo era su hermano, y por la familia, eso no se debía de sentir.

—¿Desde México?

Lorenzo asintió. Él señaló la silla para que se sentara. Estaba buscando una manera de pedir información sin molestar. 

—Yo sé que tienes muchas preguntas.

Gabo se sorprendió. ¿Le había leído la mente? Jugó con sus pies. Aunque Lorenzo ya sabía que le iba a hacer preguntas, no se lo había hecho más fácil el elaborarlas.

—En realidad, somos medios hermanos. Ya sabes, tecnicismos.

El alivio fue temporal. 

—¿De mamá o papá?

Gabo no conocía a su mamá. No había recuerdos, no había fotos. La identidad de su madre sería un secreto hasta su último respiro. Y de su papá, mucho menos. 

—De papá.

Lorenzo le apretó el brazo. De nuevo, tendría que dejar ir la imagen de su mamá. 

—¿Dónde está él?

Lorenzo encendió la lámpara. Su silueta fue iluminada por la vaga luz. Recargado en la cabecera, Gabo vio como él suspiro. El pecho se elevó, y no era correcto notar que la camisa de vestir estaba desabotonada y la corbata sin nudo descansaba sobre los pectorales. Gabo ladeó la vista. Se sentía nervioso de estar a solas con él. Era temprano decirlo, pues Lorenzo apenas si había llegado. Le asustaba pensar en el por qué.

—Detrás de las rejas.

La respuesta lo impactó. ¿De quién era hijo?

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Hermano MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora