Capítulo I.

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Una sonrisa a medias le hizo entender que no la dejaría pasar. Lo observó de pies a cabeza. No era el efecto del Gin Tonic, aquel hombre medía más de 1.80 y la camisa descubierta en su pecho revelaba un pronunciado abdomen. Malena parpadeó. Necesitaba responder la llamada que traía en la mano.  Miró hacia atrás. Todos bailaban entre los muebles de la sala. ¿Quién iba a extrañar su presencia?
    El móvil dejó de sonar. Ya no tenía razón para meterse en la recamara de Sofía. Levantó la mirada. Se mordió el labio inferior. Pasó el brazo junto al dorso de su oponente y abrió el picaporte. Segundos después estaba furiosa. Dominaba los labios de Eric con los suyos. Terminó de quitarle la camisa, zafó la cremallera, y para cuando el pantalón llegó al piso, sus labios mordisqueaban la pelvis.
    Dejó el móvil en algún lugar. Estaba ocupada desnudando su cuerpo. Eric besaba cada tramo de su cuello, como si nunca fuera a llegar a la espalda. Ella se deshizo de la ropa interior. Sentía la piel caliente quemando su espalda, sus glúteos.
    Cayó en el centro de la cama. Acomodó las rodillas, y disfrutó de caricias entre sus piernas. Tuvo que hundir el rostro en la almohada para silenciar el grito. Apretaba las sábanas. De pronto sintió aquellas manos abrazar su cintura. El clima de otra carne entre sus temblorosas piernas la hizo enloquecer.
    Eric la apretó despacio contra su pelvis. Se movía en busca de profundidad. Deslizó sus dedos hasta los pezones y trazó con la lengua la línea de su espalda. Poco a poco penetraba con mayor fuerza. Malena no podía sostenerse. Apoyó los hombros y el rostro en el colchón.
    —¡Aaaaaaaaah!
    No pudo evitar el gemido.
    Justo en ese momento Sofía se dirigía a la cocina. La puerta de su habitación estaba entreabierta. Gracias a la oscuridad del cuarto, las luces tenues del comedor y la sala, lo evidente no podía ser más claro. Sofi cerró para aislar los gemidos de su amiga, y continuó su camino con una sonrisa en el rostro. La música tenía embelesados a los demás.
    Minutos más tarde, Eric salió de la habitación.  Disimuló su respiración agitada. Dos de sus colegas lo invitaron a un último trago, luego se marcharon. Faltaba poco para el amanecer. Sofía prendió las luces y despidió al resto. El apartamento era un desastre. A ella le daba igual, había sido una noche divertida.
    Cerró el balcón. Se terminó la copa que llevaba y fue a su recamara.
    —Así que esa era tu llamada.
    Malena estaba desnuda, envuelta en la sábana. Tenía las piernas cruzadas y sonreía mientras recordaba algo.
    —Que zorra eres.
    La amiga le da una nalgada. Se sienta en el borde de la cama.
    —¿Cuándo te di permiso para que profanaras mi colchón?
    —Ay, Sofi… —Suspiró. —Ha sido el mejor colchón de mi vida.
    Sofía se río a carcajadas. Malena cerraba los ojos.
    —Te juro que nunca me había sentido así, no me reconozco.
    —Bueno, pero cuenta las cosas desde el principio. ¿Desde cuándo tú y Eric…?
    —¿Se llama Eric?
    —¿Es en serio, Malena?
    —Es que no tuvimos tiempo de hablar. Yo venía a responder la llamada de mi hermano y él se atravesó en mi camino. Se puso en medio de la puerta.
    —Y “paf”, tuvieron sexo.
    —Literal.
    —Pues es lo más “romántico” que he escuchado en mi existencia, te estás tomando tu vida liberal demasiado en serio.
    Malena se sentó.
    —¿Cómo sabes que se llama Eric?
    —Ya veo que también tienes mala memoria, nunca pensé que cumplir veinte y siete fuera tan peligroso.
    —No des más vueltas, dime.
    —Es el mismo que olvidó el celular en la academia, se lo devolvimos y al día siguiente dejó una nota en tu buró que decía: “Gracias. Eric A.”
    —No me acordaba de eso. —Se cubrió el rostro con la almohada. —No lo puedo creer, un nombre así no se puede olvidar tan fácilmente.
    Sofía le arrebató la almohada a la amiga.
    —Está bueno el chisme, pero es hora de irse. Tu hermano te está esperando para la firma y a eso no puedes faltar.
    —¿Y si no quiero ir?
    —¿Estás loca, Malena? ¿Vas a renunciar a una herencia millonaria por falta de sueño?
    —No, porque quiero volver a ver a Eric.
    —Hazme el favor y vístete, o mejor, báñate.
    —Quiero ver a Eric, quiero ver a Eric, quiero ver a Eric…
    Sofía condujo a Malena hasta el baño.

Sangre o PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora