Capítulo IV.

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Malena sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Eric había recibido el beso como si nada. Estaba sentado en el diván, y Fabi inclinado hacia él. Platicaron en voz baja. Sonrieron.
    Malena decidió regresar a la habitación de Yuliet. Se detuvo. Por más que pensara no lograba entender lo que había visto. Eric era amigo de la familia. Fabián debía casarse con la mujer que esperaba un hijo suyo.
    Cerró los ojos. Se alborotó el cabello, y fue de regreso a la terraza.
    —¿Interrumpo?
    —Ya te estabas demorando. ¿Cómo pudiste escapar de Yuliet? —Fabián se acercó a la hermana.
    Ella miraba de reojo a Eric.
    —Debo irme.
    —Puedes pasar la noche aquí.
    —No te preocupes, estaré bien. Me hospedé en un hotel cerca, además, Sofi debe haber llegado.
    —¿Tu amiga?
    —Sí. Mañana irá conmigo a la inmobiliaria. Creo que alguna plaza en relaciones públicas le irá bien.
    —Por mí no hay problemas.
    —Entonces, tengan buenas noches.
    Antes de ella volverse, Eric se puso de pie.
    —Te llevo.
    —No, gracias. Vine en mi auto.
    La joven buscó su bolso. Salió sin mirar atrás y condujo hasta el hotel. Camino hacia la habitación sentía la cabeza a punto de explotar. Revivía las escenas de sexo y el beso en la terraza como ráfagas en su mente.  Tuvo el impulso de llamar al hermano. Miró la pantalla del teléfono durante segundos. Fruncía el ceño, un nudo en el pecho inquietaba su respiración. Guardó el aparato.  
    Cuando se dispuso a abrir la puerta, Sofía la recibió.
    —¡Llegué!
    Se prendió al cuello de la amiga. Malena no respondió al abrazo.
    —¿Y a ti qué te pasa?
    Malena avanzó hasta el balcón. Sofi cerró la puerta. No le gustaba el semblante de la recién llegada. Le quitó el bolso del brazo para ponerlo en una silla.
    —Parece que no te gustó la cena de tu cuñada.
    —Mi hermano besó a Eric.
    Se dejó caer en el sofá.
    —Qué manía de contar las historias por el final. Explícate.
    —Fabián besó a Eric.
    Los ojos de Malena no sabían a dónde mirar. Sus labios entreabiertos albergaban todo el asombro posible.
    —¿Qué tiene que ver tu hermano con él?
    —Eric me llamó para cenar esta noche, luego me envió un mensaje cancelándome… —Respiró. —Cuando llegué al apartamento de Fabián, Eric estaba ahí, son amigos de toda la vida… o quizá más que eso.
    La expresión de Sofía se tornó seria.
    —Male… —Se sentó junto a ella. —Tienes una facilidad para confundirme tremenda… Dejaste una nota diciendo que cenarías en casa de tu hermano, y resulta que Eric y él, son amigos.
    —Exacto.
    —Ahora lo que no entiendo es por qué tienes esa tristeza. Un amigo puede besar a otro. No veo problema.
    —Se besaron en la boca.
    Sofía levantó las cejas. Cambió la mirada. Perdió el habla.
    —Quisiera pensar que fue idea mía pero, estoy segura de lo que vi. Se dieron un beso… labio a labio.
    —Pero un beso de esos… beso, beso, fuerte de… lengua y…
    —No. De piquito.
    —Ay, Malena, eso no tiene nada que ver. Tranquila, tu hermano no te va a quitar el novio. Mejor cuéntame qué tengo que hacer mañana en la empresa.
    Malena se puso de pie con la mirada perdida.
    —Voy a dormir. Llevo más de veinte y cuatro horas despierta.
     Y así lo hizo. Dio vueltas en la cama. Se cubrió el rostro con la almohada. Prendió la luz. Contó algunas estrellas. Fue descalza hasta la cocina, bebió la mitad de un vaso de agua. Se acariciaba el cuello justo donde Eric la había besado la primera vez. El olor de su cuerpo todavía le ardía en las venas.
    Regresó a la recamara. Se puso los audífonos para escuchar música y quedó rendida. Al día siguiente, aparecieron en la recepción de la inmobiliaria:
    —¡Buenos días, señorita Cisneros!
    —Buenos días, Marlén. —Dijo a la morena quien se puso de pie en cuanto la vio.
    —El jefe de recursos humanos está esperando a su amiga.
    —Claro… —Se volvió hacia su acompañante. —Sofi, ve con Marlén.
    —¿Tú no vienes?
    —No…tengo que ver a mi hermano. Cuando termines estaré en mi oficina.
    Los ojos de la heredera se orientaron hacia el despacho principal. La incertidumbre bombardeaba su curiosidad. Hizo un gesto a Sofía, y se alejó en dirección contraria. 
    Se detuvo frente a la asistente.
    —Buenos días, señorita Cisneros, avisaré al señor…
    —No. No necesito anuncio.
    Giró el picaporte. La suavidad con que empujó la puerta le permitió pasar desapercibida. Entre el buró y la maqueta del edificio en venta, Fabián se dejaba llevar por el beso de Eric. Le acariciaba la espalda. El fotógrafo sostenía el rostro de su contrario tal cual sostuvo el de Malena el día anterior.
    Terminaron el beso. Se miraron deseosos. Cuando vieron a la chica cruzada de brazos junto a la puerta semiabierta,  casi se empujan en el intento de separarse.
    Malena contuvo el impulso y todas las sensaciones que corroían su cuerpo. No dejaba de mirarlos. Se dio cuenta, nadie hablaría. Dibujó una torcida sonrisa. Eric emitía silenciosas señales que ella no quiso entender. Miró hacia abajo. Respiró profundo y volvió a observarlos.
    —Cierra, por favor.
    Cumplió la orden del hermano.
    —No entiendo por qué entraste sin avisar. Le di instrucciones claras a la secretaria.
    —No la culpes, lo hice a propósito.
    —Malena… lo que acabas de ver…
    —Somos hermanos, aunque nos parezca extraño o no estemos adaptados.
    —O sea… ¿estás de acuerdo…?
    —Es tu vida, sus vidas. —Clavó los ojos en Eric. —Pueden hacer lo que quieran, lo raro es la relación con Yuliet.
    Eric caminó en dirección al ventanal. Fabi se acercó a Male para sujetarle las manos.
    —Me has quitado un peso enorme de encima.
    Entretanto los hermanos se abrazaban, Eric percibía latigazos en la mirada de la chica. Le hizo señas para que no hablara. Al principio ella se sorprendió, luego le  reviró los ojos.
    —Me tengo que ir, llegaré tarde a un compromiso de trabajo.
   El joven agarró el estuche con la cámara profesional y se esfumó.
    Cuando los Cisneros estuvieron solos, Fabián invitó a la hermana a sentarse.
    —¿Cómo te diste cuenta?
    —Anoche los vi en la terraza.
    —Se lo dije, era un riesgo.
    —Mmm, ¿se lo dijiste?
    El chico sonrió antes de contestar:
    —A Eric le encanta el peligro.
    —¿Desde cuándo están juntos?
    —Siete meses.
    —¿Y qué te detiene? Deberías ser sincero con Yuliet.
    Se puso de pie al escuchar la sugerencia. Buscó el whisky de siempre. Bebió de la copa, luego volvió a echar.
    —Yuliet es mi tabla de salvación, está enamorada de mí, quiere darme un hijo…
    —No soy quién para opinar, pero…deberías ser fiel a ti mismo. Además, no podrás ocultarlo mucho tiempo. Por ejemplo, Eric es muy sexy, yo misma pude haberme fijado en él sin saber nada.
    Fabián volvió a sonreír, dejó la botella en su lugar. Regresó al asiento.
    —Está loco conmigo, quisieras ver cómo me habla, las cosas que me dice. —Se mordió los labios. —Entre ustedes no hubiera pasado nada porque le he hablado de ti, y él sería incapaz de meterse con mi hermana.
    —Claro.
    Malena forzó tanto la sonrisa que dolieron sus pómulos. A partir de entonces no interiorizó una palabra de lo que narraba su hermano. Lo veía confiado, lleno de ilusión. Tenía un brillo en los ojos que le inspiraba miedo, y al mismo tiempo celos.
    —Hermana, ¿me estás escuchando?
    —¿Hermana?
    —Sí. ¿Puedo llamarte hermana?
    —Claro, claro… hermana está bien.
    Conversaron durante un largo rato. Fabián puso al tanto de todo a quien escuchaba la historia a medias. Los pensamientos de la heredera la privaban de su realidad. Se había perdido la vida de un hermano que necesitaba tanto o más cariño que ella.
    Al fin regresó a su oficina. La decoración y los colores animaban el ambiente, daban toques de elegancia, complicidad. Pero su preocupación la mantuvo ajena. Era cautiva de la incertidumbre. Se sirvió un vaso con agua. Entró Sofía.
    —¡Esto es un sueño! ¡Y tu oficina más todavía! ¡Esto debe estar valorado en no sé cuántos millones de dólares!
    Bailó de un extremo a otro. Agarró a la amiga por la cintura y la condujo entre los muebles. Cuando Malena  tuvo oportunidad, se soltó.
    —¿Qué pasa?—Dijo Sofi.
    Se sentaron.
    —Desde ayer estás así. ¿Todavía te preocupa lo del beso?
    —Tienen una relación.
    —Mira, creo que deberías dormir un poco más.
    —Mi hermano está ciegamente enamorado, y creo que es capaz de poner las manos en el fuego por Eric.
    Sofía perdió el habla.
    —Y para colmo, el muy descarado me hizo señas para que yo no hablara.
    —¡Pero qué hijo de su…!
    La morena se puso de pie de un tirón.
    —¡Díselo a tu hermano, dile todo lo que pasó entre ustedes, incluso cuando estuvieron en su casa!
    —No sé, Sofía.
    —¿Cómo no vas a saber? Ese tipo es un descarado, juega con los dos.
    —Hay un pequeño problema.
    —¿Cuál?
    —El testamento tenía una cláusula… mi padre estaba consciente de que ni mi mamá ni la madre de Fabián estarían de acuerdo con que nos conociéramos…
    —Habías empezado bien, por la cláusula, lo otro yo lo sé.
    —Tenemos derecho a la inmobiliaria, siempre y cuando trabajemos en equipo. Al mínimo desacuerdo o intento de separación lo perdemos todo.
    —¿Y qué tiene que ver Eric?
    —Apenas estoy conociendo a mi hermano, si confieso lo que pasó, sería mi palabra contra la de su amante, y eso crearía problemas entre nosotros.
   

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2021 ⏰

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