Creer que un hombre controlaba la lluvia con una sola palanca que estaba en su cuarto. Tenía el poder de hacer llover cada que se le diera la gana. A veces, me ilusionaba de que él era como un superhéroe, pero otras, me daba envidia de yo no poder controlar nada tan fácil como él.
Pero no surgió esta idea de la noche a la mañana, sino que fue él mismo quien se llenó la boca diciéndome “¡Pero mira! ¡Ha comenzado a llover y yo lo he hecho!”
Obviamente, no tenía más remedio que creerle, además de que él vivía literalmente arriba de donde yo. Así, la mera lógica me decía que era verdad: el cielo está arriba, él también, por tanto, él es el señor de la lluvia. Y yo, no hacía más que aceptarlo. Era como un golpe de suerte y en el futuro podía hasta presumirlo.
Fue una noche, y de hecho, un día entero, en el que por culpa de la lluvia empecé realmente a odiar al señor de la lluvia. Había estado lloviendo por horas, y las calles empezaban a difuminarse con el agua. A mi madre se le veía angustiada y viendo que esto no cesaba, decidió que sería mejor que subiéramos nuestra ropa a lugares altos.
Avanzadas un par de horas, el agua ya había alcanzado a entrar por mi casa y podía hundir mis pies en ella. No entendía nada. Estaba de acuerdo en que lloviera mucho por unas horas, así los árboles nunca tendrían sed; ahora se estaban ahogando por culpa de ése señor. Pero por lo que veía y entendía, también quería ahogarnos a nosotros. Era lógico, él estaba arriba y podía detenerse para cuando el agua hundiera todo.
¿Por qué lo haría? Si siempre fue tan amable con todo el mundo.
La lluvia no mejoró y ahora la acompañaban truenos y un viento horrible. Estaba realmente asustado y enojado con lo más cercano a un superhéroe que había conocido. Un trueno hizo de las suyas y cayó directo en el televisor, provocando una lluvia de chispas que nos cegó a todos por un instante, además de apagar la poca luz que teníamos.
Mi madre me abrazó y me dijo que no tuviera miedo. Lo tenía, pero me había ganado la curiosidad de lo que estuviera pasando arriba de donde me encontraba. Me acobijé en mi madre y me quedé dormido hasta el día siguiente.
Mi papá ya había empezado a sacar el agua de la casa, y yo salí para ver qué había sucedido. Entonces, al mismo tiempo que había llegado yo al patio, entró por la puerta principal de la vecindad el señor de la lluvia. Me pasmé y me sorprendí por lo que estaba delante de mí. Pero no me atreví a decir nada.
Sin embargo, pude escuchar que el señor de la lluvia le dijo a mi papá que por la lluvia no había podido salir de su trabajo toda la noche.
Entonces comprendí; él no era malo, alguien más había tomado la palanca. Al fin, todos estábamos bien, pero tenía mucho miedo de que volviera a pasar y quería averiguar cómo.
2011
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Sentimientos de un Mamut
PoesíaCuentos, poemas, historias, muertes, sucesos y transformaciones varias.