I. Bienvenidos al Pueblo Fantasma

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DEJO SALIR UN SUSPIRO CORTO, EL VIENTO CHOCABA CON SU ROSTRO, RESPIRÓ HONDO EL AIRE PURO.

FORKS, WASHINGTON

El pueblo fantasma como lo llamaba en ocasiones, pasó toda su infancia en el lugar, jugaba en el jardín, que prácticamente era todo el bosque, esa era una de las muchas razones por las cuales se mudaba a Forks; la tranquilidad y el extenso verde.

- ¿Falta mucho, papi?

- Mira por ti misma, pequeña.

Apuntó al frente y ella miro un cartel verde que decía; Bienvenidos a la Ciudad de Forks.

- Bienvenidos al pueblo con 3,120 personas.

Negó sonriendo, miro por la ventana como se adentraron al pueblo, faltaba poco para llegar a la casa, podía observar pequeñas tiendas y pocas personas, tal como lo recordaba, el recorrido se extendió más allá de los límites del pueblo, adentrándose al bosque, su papá tenía los ojos fijos en el camino, mientras ella podía observar cómo se adentraban por un camino sin terracería.

Poco faltaba para observar la casa, disminuyo la velocidad cuando se acercaban, era una casa antigua construida por sus padres cuando aún era muy pequeña, se miraba de lejos acogedora, a pesar de ser algo grande, aun así, justa para los dos, la convertirían en su nuevo hogar.

- Llegamos, ponte el abrigo mi niña, hace frío.

- Si, mi general.

Rio colocándose su abrigo café, se quitaron el cinturón de seguridad y se bajo del jeep, sus ojos recorrieron la casa caoba, todo seguía igual, a lo lejos se recordaba de sus amigos en la reserva, con el paso del tiempo perdió contacto con ellos. En realidad, extrañaba el lugar, La Push, era una playa mágica, ahí a lo lejos aún se encontraba su pequeña familia postiza.

Sus ojos recorrieron la entrada, su padre iba delante de ella, y sonrió.

- Solo buscó las llaves.

Ella se rió, mirando como su papá se metía las manos en los bolsillos del pantalón y hacía un bailecito raro con sus pies, tratando de encontrarlas.

- Papi, ¿no serán estas?

Las llaves las tenía ella alzadas en la mano, él se las había encargado y ella aceptó, sabía lo olvidadizo que podía ser su papá.

- Si claro, se me olvido.

- Qué raro.

Él solo la miró feo.












PARA LUCILLE MIRAR SU ANTIGUA HABITACIÓN PINTADA DEL MISMO COLOR FUE NOSTÁLGICO. Era como si no hubiera pasado el tiempo, las cortinas aún seguían siendo doradas y las paredes de un color azul oscuro, pero sus hermosos dibujos y sus miles de fotografías hacían ver que era un lugar cálido. Su lugar.

Sintió la puerta abrirse detrás de ella, se giró, su papá asomo la cabeza por la puerta.

- Solo deja que acomode las cosas de la sala y traiga tus cajas, pero antes...

- Gracias, papi- Lucille sonrío y se sentó en su cama, Nickolas se entró tomando una invitación para entrar a la habitación.

Sentado en la orilla contraria de donde ella estaba sentada, se dio la vuelta para ver a Lucille correctamente.

- Será un gran cambio en nuestra vida, pero sabes que siempre me tendrás para cualquier locura que hagas.

- Lo sé, y tú me tendrás a mí- dijo sonriendo. Nickolas inclinó la cabeza y la apoyo en su hombro. Habían pasado por momentos difíciles los últimos meses, recordaba las lagunas de recuerdos que se asomaban en su mente y la incertidumbre de no saber que pasaba, habían regresado a su hogar y al único lugar que tenían para encontrar respuestas.


Flame━━ Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora