CAPITULO 12

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Andrew.

Me conocía, me conocía lo suficientemente bien para saber que la opción más correcta en estos momentos era quedarme callado.

No decir palabra alguna porque sino le pegaria un puñetazo.

1..., 2..., 3... Joder.

Manuel parecía haberse quedado estupefacto al ver a Annie sollozar frente a si, y estaba totalmente seguro de que a pesar de que él llevara años amando lo que hace; era primera vez que una niña le lloraba, implorandole como si él fuera el malo.

24..., 25..., 26...

Annie a nuestro silencio se había comportado diferente. No me atrevería a definirlo como bien, sino más bien cómo conformista. Cómo si ya se hubiera resignado a lo que le tocaba, a lo que le había insinuado Manuel a gritos hace unos instantes.

47..., 48..., 49...

Inhalaba y exhalaba, no creo que tuviera la paciencia en estos momentos para llevar a 100.

—Annie,—hablé—: Por favor extiende las manos.

Ese era el plan inicial.

Green parecía estar en modo automático, aseguró el corta uñas entre sus dedos y procedió a intentar cualquier rastro que le hubiera podido quedar en las manos. Me dirigí al baño para buscar alguna bolsa sin uso, aproveché y dejé una al lado de la ducha.

Al asomarme de vuelta a la habitación, le extendí la bolsa sin decir palabra alguna.

Ya él me escucharía más tarde.

Metió los restos en la bolsa y la amarró, asegurándosela en uno de los bolsillos del pantalón. Mi vista seguía sin enfocarse en su presencia, no tenía tiempo, mucho menos ganas. Annie sin embargo parecía esperar alguna palabra de su parte.

—Ve a bañarte,—retomé la conversación anterior—: En una de las mesitas te dejé la bolsa donde vas a meter lo que cargas puesto,—ya me miraba a mí—: Tardate lo que quieras.

Asintió y con timidez tomó la camiseta rosada que había caído en la cama. A pasos cortos se dirigió hacia el baño, tanto Manuel y yo teníamos la vista en ella. Ambos sabíamos que en cuanto la ducha se encendiera, alguno de nosotros iba a hablar.

Muy pocas veces hemos discutido, y las veces que ha pasado termina siendo por alguna u otra estupidez.

Está vez no lo parecía, técnicamente ahora tiene que ver con su trabajo.

La puerta del baño se cerró a sus espaldas, segundos después la tensión en estás cuatro paredes era muy pesada. Pero nadie hablaba, todavía.

Al apenas escuchar el agua caer me giré hacia él tomándolo de los hombros para darle un pequeño empujón.

—¿Me quieres decir qué demonios te pasa?—ladré en el menor tono que pude usar.

Sus cejas se fruncieron al escucharme hablar.

—Eso no hacía falta.

Mis ojos se iban a salir.

—¿¡No!?—grité en susurros—: Acabas de perder los estribos con una niña que lleva sometida a maltratos toda su vida y a tí sólo se te ocurre decir que la vas a encerrar,—sentía mi garganta contraerse con lo rápido que estaba hablando—: ¡Creeme que si hacía falta!

Por segundos pareció pensar en mis palabras.

—¡No pretendía decir eso!—gruño.

—¡Porqué no piensas!—alcé los brazos, caminé por la alfombra mientras me llevaba una mano al puente de la nariz—: Entiendo que es tu trabajo, pero ella no tiene la culpa de haber parado aquí antes que en alguna central.

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora