CAPÍTULO 39

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Andrew.

—Lo siento, pero creo que debería irse—fué lo último que le dije antes de cerrar la puerta y subir a paso rápido las escaleras.

El nudo en mi estómago me hacía pensar que los tres pasos que habíamos avanzado, los había retrocedido en cuestión de segundos. No sabía exactamente que había hecho, capaz y nada o todo. Entraba y salía de mi habitación y las que le seguía, está vez si revise los baños. El eco seco que producía la fuerza con la que cerraba las puertas me tenía sordo, mi nuca empezaba a sudar, sabía que no habían salidas en esta parte del apartamento, tal vez es el hecho de que se esté escondiendo lo que me tiene tan nervioso.

Lo peor es que no la escuchaba, me detuve en seco a mitad del pasillo pensando que me quedaban unas puertas por buscar. Maldecí al arquitecto de este sitio por hacerlo tan grande, y a mi yo de hace unos años por gastar tanto en esta mierda.

Cómo si todavía fuera un niño, bajé el rostro como si hubiera cometido alguna cosa de que no quería que abuela de enterará. Cerré los ojos y ahí lo escuché, algún seguro de alguna de las puertas restantes había sido colocado. Caminé rápido hasta allá sin abrir por completo, sólo girando los pomo. Al segundo intento la puerta no abrió.

—Annie—la llamé sin saber bien que decir.

No escuché respuesta así que apoyé mi frente en la madera. Ahogué todos los impulsos de pegar los puños contra esta, lo último que quería era asustarla, estábamos tan bien esta mañana y en un par de horas después ya todo se fue por el caño.

—Annie, abre por favor—juré haber tenido una especie de dejá vu, sólo que aquella vez me dejó pasar. Ahora siento que no me quiere ver.

Seguía sin oir nada, frustrado retrocedí dispuesto a tomar carrera para poder empujar la puerta. Conté hasta 3 y justo cuando estaba por correr, el tono del teléfono inundó el espacio.

—Maldito seas—resoplé al ver el nombre de Manuel iluminando la pantalla, deslizando el dedo por la pantalla me llevé el aparato a la oreja—: ¿Qué?

Métete tu mal humor por donde te quepa,—me conocía—: Tengo noticias, podemos tener un sitio posible, necesito reunir equipo para que me acompañe.

—¿Y?—me alejé unos pasos de la puerta—: ¿Qué quieres que haga con eso?

Necesito que lleves a Annie hasta allá,—dijo como si nada—: Sino lo reconoce nos...

—No, olvidalo.

Andrew, no te estoy preguntando—estaba perdiendo la paciencia.

—No la voy a llevar hasta ningún sitio, nada—demandé antes de volver a colocarme frente a la puerta—: Busca primero y después me lo pienso.

¡Reyes, deja tus...!—colgué guardando el teléfono en el mismo bolsillo.

Apoyé la oreja en la madera, no escuchaba nada más que el sonido del aire acondicionado. Me agaché y vi claridad por el espacio entre la puerta y el piso, no estaba cerca. Desde que la idea pasó por mi cabeza sabía que sólo la podía cagar más, sin embargo quería correr el riesgo. Tomé impulso colocando el hombro por delante, una respiración profunda seguido de un empujón y la puerta se abrió. Sólo escuché el grito de Annie al seguro de la puerta salir volando.

—¡Lo siento, lo siento!—exclamé sintiendo un mareo en la cabeza por el estruendo.

Los ojos se le iban a salir, estaba totalmente pegada en la pared donde reposaba la cama mientras abrazaba una almohada. Las medias que le había dado en la mañana ya no le cubrían los pies sino que estaban en la alfombra a unos metros de ella.

—Annie, háblame,—me acerqué arrastrando los pies hasta la cama, apoyando una rodilla en esta. Tampoco quería espantarla.

«Más»

—¿Por qué lo hiciste?—de mi nariz salió un suspiro mirando a mi alrededor.

—No me hablabas, te escondiste de mí,—no quería sonar dolido—: Le pusiste seguro cuando me escuchaste.

Me escuchaba pero negó con la cabeza, manteniendo aquella expresión sería.

—Eso no.

—¿Y, qué?

Su boca se abrió para hablar pero fué interrumpida por los golpes en planta baja. Los dedos se me unieron en puños al saber de quien se trataba, le di una rápida repasada a Annie y al volver a verla tensa levanté una mano en su dirección.

—Es Green.

Salí de la habitación para bajar las escaleras casi obligado, abrí la puerta dejando pasar al susodicho más molesto que nunca. Me apuntaba con el dedo después de cerrar la puerta a sus espaldas.

—¡El caso está vivo todavía!—alarmó Manuel tirando los papeles a la mesa, sigo estar de acuerdo—: Si quieres atrapar y encerrar al bastardo que le hizo eso a tu querida protegida—gruñó con ironia—: Te sugiero que dejes de pensar como un niño, y dejes que los uniformados hagan lo suyo.

Negué repetidas veces sin responder dispuesto a subir de nuevo las escaleras, tenía un asunto más importante allá arriba. No obstante, el jalón que recibí por la parte trasera de la nuca me hizo empujarlo con el codo.

—¡Déjame y déjala tranquila, te dije que no la voy a llevar a ningún lado!—ladré.

—Tú no, pero yo si.

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Creo que no me voy a aguantar y subo la siguiente parte hoy mismo, ¡Hoy!

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora