Yo era el típico policia de toda una vida, con su uniforme y su pistola, sus esposas y su coche patrulla. Tenía un oficial que me acompañaba a patrullar la ciudad, Henry se llamaba, menudo imbecil que era, tenía una personalidad prácticamente intragable para mi, era muy egocéntrico, que a ver... no está mal que lo sea, pero, simplemente yo no podía lidiar bien con ese tipo de personas, porque yo me sentía muy basura. Recuerdo un día que estábamos patrullando por la ciudad y de repente sonó el walkie-talkie del coche patrulla, nos habían informado que se estaba efectuando un robo a mano armada en un supermercado muy cercano a donde nosotros estábamos. Encendí la sirena y fui a toda velocidad hacia el destino correspondiente. Cuando llegamos, aparcamos el coche frente a la puerta, nos bajamos del coche patrulla-yo más rápido que él-, desenfundé mi arma, abrí la puerta de una patada y estaban tres tíos con Pasamontañas. Henry no estaba junto a mi, el muy cabrón se quedó afuera, por miedo supongo. De esos tres hombres uno estaba apuntando su arma hacia mí, otro estaba abusando sexualmente de la dependienta, y el otro estaba cogiendo el dinero de la caja registradora y guardándolo en un bolso. Obviamente esos hijos de puta ni se inmutaron al verme entrar, pues son tres contra un oficial gordete. Yo seguí apuntando a la cabeza de lo que parecía el líder de la banda y a la vez gritando a todo pulmón-¡Bajen la puta arma, entreguense y todo será mejor para ustedes!. Ellos se reían. Para mi suerte mi historia no terminó ahí, porque si hay algo de lo que le puedo agradecer al cobarde de Henry es de que transmitiera un mensaje por el walkie-talkie pidiendo refuerzos con urgencia. No pasaron más de dos minutos para que llegaran refuerzos. Para mi suerte, ellos no provocaron otro disturbio más y no hubo necesidad de formar un tiroteo adicional, así que decidieron entregarse pacíficamente. Entregamos el dinero robado, le pusimos las esposas a los atracadores y lo montamos en los coches patrullas.
Después de lo sucedido no podía estar cerca de Henry, tenía ganas de partirle la cara, la nariz y las piernas. Su gesto de cobardía podría haber costado mi vida, menos mal que no, pero, ¿y si no hubiesen llegado los refuerzos?, hubiese muerto, ya me puedo imaginar como saldría mi cara en las noticias y periódicos, bajo el título de: "MUERE POLICÍA OBESO DE UN BALAZO EN LA FRENTE, SU ROSTRO QUEDÓ IRRECONOCIBLE".
2
Después del atraco decidí tomarme unas pequeñas vacaciones, unos cuatro días, no son mucho pero la verdad es que me venían de maravilla. En esos días no hice nada del otro mundo, me despertaba a las tres de la tarde, comía-malamente-, me acostaba en el sofá y me ponía a beber whisky barato. Así era mi día, constante monotonía.
Mi pequeño receso al trabajo empezó el lunes, y ya era miércoles, mi último día de vacaciones. Me sentía en la obligación de hacer algo más productivo, follar por ejemplo, las pajas y revistas porno me tenían cansado ya. Pues eso, se acercó la noche, me puse unos vaqueros y una camisa corta, me monté en el carro y fui rumbo al primer prostíbulo de la carretera, al "Sweet Babygirl". Nunca había visitado ese local en plan cliente, como oficial si, por una pelea de borrachos desorientados. Me había fijado en la cantidad de mujeres que trabajaban ahí, todas con minifaldas y topes, enseñando todo su encanto. Mujeres jóvenes y atrevidas, casi nuevas algunas, y esas son las que me gustaban a mi, me hacía ilusión la idea de pensar mientras me follaba a una chica de dieciocho años que yo sería su primer hombre, o su padre, mucho mejor. Y por ese motivo fue que decidí visitar el prostíbulo, por eso y porque me sentía demasiado solo, a ver si por lo menos pagando se me puede calmar ese maldito sentimiento.
Supongo que se debe ver muy feo que un policía como yo visite ese tipo de lugares, pero, ¿que coño voy a hacer?, si ninguna mujer decente me da su culo lo iré a buscar aquí.
Como seguía, después de la ligera observación que le hice a las damas y al establecimiento, me senté en la barra y pedí una copa de vodka con fanta de naranja. Cuando terminé el trago me pedí otro más, pero más cargado. Estuve mirando con bastante insistencia a una prostituta, era pelirroja, con pecas en su cara y en la espalda, tenía puesto una saya muy corta, que si te fijabas muy bien podías apreciar su hermoso culo, un tope rojo de encaje, que gracias a él pude detallarme que tenía tatuado al conejo "playboy" en el medio de sus pechos. Ella se dio cuenta de que la estaba mirando y empezó a caminar lentamente hacía mi, me roza la espalda delicadamente con su mano, se sienta en el taburete de al lado mío, cruza las piernas, y me dice:
-Hola tesoro, ¿cómo te llamas?-me mira y se acomoda sensualmente el cabello-.
-Me llamo Danny, pero tu me puedes decir como desees, por cierto, ¿cómo te llamas tu?.
-Mi nombre es Desiré.
-¿Es tu nombre real... o tu nombre de oficio-dije dudoso-.
-Me lo podría tomar como un insulto, pero claramente no nos convendría a ninguno de los dos. Se que me estabas mirando desde que entraste al local, por eso me acerqué, soy puta y lo sabes, así que dejémonos de rodeo y vallamos directo al asunto.
Me quedé confundido ante tal respuesta, no sabía que responderle, era primera vez en mis cuarenta y ocho años que una mujer me es tan directa.
-Bueno, preferiría saber un poquito más sobre ti-dije nervioso-.
-Tengo 18 años, no me gusta hablar mucho, y si me pagas bien puedo llegar a ser muy cariñosa. Más datos no te puedo dar.
-Bueno... ¿dónde follamos?.
-Así me gusta gordito, ven sígueme-me lo dijo mientras se reía sutilmente-.
Seguí a Desiré mientras la sujetaba por la cintura, subimos unas escaleras, entramos por un pasillo pintado de rojos con neón, abrió una puerta, me miró y me preguntó:
-¿Quieres algo de beber?.
-No, quiero que follemos ahora.
-Uiii gordete, que decidido usted, así me gusta daddy-lo dijo en un tono un poco despectivo-.
La puta de Desiré se me acercó lentamente, como si fuera una serpiente lista para morder e inyectarle el veneno a su presa, me empezó a besar, jugaba con su lengua en mi boca, eso me gustaba. Después de unos besos, Desiré se empezó a desvestir y me tiró a la cama. Yo estaba sorprendido ante tal cuerpazo nórdico. No podía parar de mirar esos pechos tan hermosos, sentía la necesidad de venirme encima de ellos. Ella empezó a sonreír cuando vio mi cara, y empezó a besarme de la boca hasta mi polla. Se metió el asunto por su boca pintada de carmín, y empezó a succionar. No duré ni un minuto en venirme, llevaba mucho tiempo sin ver a una mujer desnuda. Su reacción fue de puras carcajadas y yo hombre al fin me acomplejé y le grité:
-¡TÚ MALDITA ZORRA DEJA DE REÍRTE YA, TE VAS A LAMENTAR DE ESO!
Me acerqué rápidamente a ella, me quité el cinturón y empecé a golpearla ferozmente por todo su cuerpo. Mi mente estaba completamente endemoniada, pero podía escuchar sus gritos de socorro y clemencia, me excitaban más que sus pechos y la mamada que me hizo, por lo que no paré de golpearla hasta que llegó la seguridad del local, y me dieron una paliza terrible, me dejaron tirado en el piso con la cara llena de sangre y moretones, me quitaron la billetera y los zapatos.Después de eso no recuerdo ni como llegué a la casa, solo se que llegué.
3
Después de eso ya nada fue igual, mi mente empezó a cambiar por completo, me volví más cínico, antipático y pervertido-la última principalmente-. En el trabajo no rendía igual, mis ideales cambiaron. Antes era un policía honrado, creía en la humanidad, la defendía como podía, y me sentía feliz con ello. Ahora no, ahora todo me daba igual, iba al trabajo solo para cobrar mi nómina, y cuando me montaba en el coche patrulla, empezaba a vaguear por la ciudad sin contestar el walkie-talkie cuando sonaba. Me paraba en los bares de tercera categoría, bebía whisky barato y me marchaba a mi casa. Así estuve tres meses hasta que despidieron, básicamente por chocar el auto en estado de ebriedad, y por dispararle a un civil en la pierna por accidente.4
Todo había perdido sentido, nunca lo tuvo mucho, pero por lo menos antes me refugiaba un poco en el trabajo. No tenía amigos, no tenía mujer, no tenía dinero. ¿Cómo coño voy a vivir sin sexo y sin dinero?.
Los días pasaban y pasaban, y yo había perdido las ganas de vivir. Tenía un revolver guardado en una gaveta, para usar en caso de urgencia, supongo que el suicidio era mi mejor opción así que decidí usarlo. Antes de empezar el proceso, escribí en un papel una pequeña nota, decía asi:
No se como encontraste esta nota, está escrita antes de que me suicidara, solo voy a decir una cosa, no voy a ser muy extenso así que presta bastante atención a lo que voy a decir... no te fíes de los polis, ellos no son tus amigos, SON UNOS JODIDOS CABRONES CORRUPTOS Y APROVECHADOS.Después de escribir esto, cogí el revolver y empecé a caminar hasta el baño de mi habitación mugrienta. Me miré al espejo, coloque el revólver en mi cabeza, y disparé.
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Mente sucia
Non-FictionBajo el alterego de Hank Miller, Charlie González, se adentra dentro de las profundidades de lo peor de la sociedad, involucrando en este libro de relatos, los problemas que están presentes en la actual sociedad. La humaninad, decaída y deprimida, c...