Capítulo 12.
El chico continuaba mirándome mientras yo daba caladas novatas a ese cigarro.
-Parece mentira que hace unas horas me hubieses insinuado que soy una mala influencia para ti y ahora estés en mi casa. ¿Acaso soy tu último recurso? – Preguntó él mientras ofrecía caladas a su cigarro.
Le miré aturdida mientras negaba con la cabeza.
-Creo que tú nunca me dejarías sola, por poco que nos conozcamos.
El chico sonrió aparentando darme la razón con esa sonrisa delatadora.
-Qué inocente… - Musitó.
-¿Acaso lo harías?
El chico me miró bruscamente.
-¿Acaso lo he hecho?
Sonreí a su ingeniosa respuesta con pregunta.
-Creo que Annie debería estar contigo, pero te dijo todo eso porque es una celosa. – Añadió el chico. – Una completa celosa. Peter siempre me ha contado que es una amargada. Tu personalidad pide algo más activo, por eso te fijaste en mí.
Sonreía mientras apretaba el cigarro contra el cenicero y tomaba el botellín de cerveza que me había ofrecido Cristian.
-No sé qué mosca le habrá picado… - Contesté cuando acabé de tragar. – Siempre hemos estado tan unidas, y que ahora me abandone ha sido tan…
-No es una buena amiga, Izzy. Las buenas amigas nunca abandonan a nadie.-y eso que aun no sabe ni la mitad si se ha escandalizado por un cigarro cuando le diga que las pastillitas de colores eran mis favoritas me manda a un cura.
Subí la mirada para dar con esos ojos celestes que transmitían tanta seguridad. No estaba del todo de acuerdo con lo que estaba diciendo Cristian, pues Annie me demostró en muchas ocasiones que ella era buena amiga, y que podía confiar en ella. Pero sin embargo, el dichoso azul de sus ojos parecía tener algo que me hizo despertar ese pensamiento inexistente hacia Annie.
-Pero tranquila, me tienes a mí.
Sus manos pasaron lentamente por mi espalda acercando mi cuerpo hacia el suyo. Nuestras piernas chocaron y su brazo comenzó a pasar por el mío.
-Gracias. – Musité.
El chico sonrió. Una tranquilidad me invadió. Él me aseguró jamás abandonarme cuando todo el mundo lo había hecho. Todo el mundo me había abandonado, todos menos él. ¿Dónde estaba el chico peligroso de la moto que me había descrito Peter? Cristian no era así, no conmigo. Cristian era cuidadoso, pendiente y protector conmigo.
Sus labios tan cerca de los míos que tuve la necesidad de besarlos. El chico respondió con un tierno beso, abriendo su boca y dejando que nuestras lenguas jugueteasen, húmedas.
-Cristian. – Titubeé alejándome de él.
-Dime.
-¿Te gusto?
Un silencio incómodo hizo percatarme de que quizás no hubiese sido ni el momento ni la pregunta adecuada.
-Me encantas.
Respiré cuando escuché contestar eso al chico.
-¿En tan poco tiempo?
-El tiempo es algo relativo, Iz.
Sus respuestas tan coordinadas y tan alejadas de mi absurda realidad hacían entender que ese chico era diferente.
-Además, sé que puedo hacerte feliz. Somos diferentes, pero eso no es excusa. – Añadió.