Capítulo siete

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Tal vez aún a mis casi cuarenta años no era tan tarde para retomar el rumbo de mi vida. ¿Qué más da ahora que todos sepan la verdad? Tal vez es tiempo ya de explicarle a todos porqué no estoy triste como se supone debería de estarlo. Aún para mí es un poco raro no derramar ni una lágrima sino estar de alguna manera feliz y casi sonriente mirando a mi madre... Ahí en su ataúd.

¡Ya basta de apariencias y pretender que todo está bien! ¡Ya basta de tener miedo y ser una cobarde!¡Basta! ¡Basta! Grité en mis adentros y levanté la voz.

Todos los conocidos de mamá estaban ahí. Sus amigos y compañeros de trabajo, toda la gente que la quería por ser " una mujer y madre ejemplar". Por mí y sobretodo por Michel conté toda la verdad de nuestras vidas a todos los presentes. Creo que estaba saturada entre tantas emociones y sentimientos en conflicto que no estaba dentro de mis cabales.

Aunque causé un escándalo entre nuestros conocidos y los amigos de mamá, de algo si tenía la certeza: ya no me importaba ni un maldito maní lo que la gente pudiera pensar. Luego de tantos años de guardar las apariencias no podía soportarlo más. Si me quedaba callada nunca tendría el valor de abrir la boca y revelar la mentira de nuestras vidas.

Por eso ese día en pleno funeral, justo ahí, frente al ataúd de mi madre, les conté a todos la verdad sobre mí y mi hermana. Algunos quisieron callarme pero ya no tenía sentido seguir en silencio.

Las caras de sorpresa, las miradas confusas y las murmuraciones no se hicieron esperar en toda la sala. Algunos creyeron que sólo quería llamar la atención, otros pensaron que estaba loca. De uno a uno se fueron retirando del funeral hasta que quedamos una señora y yo.

Ella era la segunda esposa de mi papá. Una mujer de buen corazón. Se llamaba Amelia.

- ¿Qué hace usted aquí?- le pregunté.

- vine en nombre de tu padre. Todo eso que dijiste, tu padre debió haberlo sabido-.

- ¿y para qué?-. contesté.

- debiste decírselo, el habría hecho algo por tí. Si el hubiera sabido te habría ayudado. Él te amaba muchísimo-.

- si claro. Me amaba tanto que me abandonó, ¿Cierto?- reclamé irónica.

- ¿De que hablas?-

- ya sé que él nunca me quiso, él sólo quería librarse de mí. Siempre fui un estorbo en su vida. Por eso dejó de llamarme y de buscarme. Por eso se casó con usted en cuanto yo salí de la casa y me fuí con mi madre. No tardó en olvidarse de mí. - le dije con toda amargura.

- no, ¡nada de eso es cierto! ¿De dónde sacas semejantes ideas?,¿Fue por eso que no fuiste al funeral de tu padre?-

- no. En realidad no fuí porque estaba fuera de la ciudad. Me enteré mientras estaba allá y no pude volver a tiempo- .

- ¿tu mamá te mandó fuera verdad?, ¿Porqué crees que lo hizo?, ¿porqué crees que te avisó tan tarde del funeral? Tu padre se fue pensando que no te importaba. Todo fue culpa de tu madre que siempre quiso alejarte de tu padre y tenerte bajo su dominio-.

Eso tenía sentido. Ahora todas las piezas iban cayendo en su lugar. Conocía a mi madre y sabía perfectamente que ella era capaz de hacer eso. Así que volví a preguntar:

- Pero entonces, ¿él no me abandonó?...-.

- él nunca te abandonó. Él creía que tú ya no querías verlo porque te avergonzabas de él y que preferías una vida privilegiada con tu madre-.

-eso no es cierto. Yo nunca me avergonzaria de él. Era mi papá. Yo siempre lo quise y lo extrañé mucho-.

- él te buscó muchas veces pero tú madre le impidió acercarse a ti. Ella era muy astuta y le hizo creer que estabas bien con ella y que no lo necesitabas-.

Bajo tu sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora