Retazos

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Retazos

La primera vez que vio a la sombra acercarse al casillero, pensó que había sido parte de su imaginación. Era una persona alta, sí. Tenía la contextura de un hombre, sí. Llevaba un abrigo de lana con una rara capucha, sí. Podía ser algún representante, quizás. Había caminado tan rápido que no pudo concluir nada seguro.

Entonces aceptó que tal vez solo pasaba de largo. Tal vez nunca se detuvo en los casilleros.

Oh, pero la segunda vez que la vio, fue una semana después. Esta vez la sombra había ido casi a la hora del cierre. No había prácticamente nadie. Y cuando la vio incrustar una carta en el casillero de Ariadnne, supo que algo no andaba bien.

Intentó ver su rostro, pero fue en vano.

La tercera vez, sin embargo, estuvo preparada. Cuando la vio acercarse, gritó. Entonces la sombra reaccionó, incrustó rápidamente la carta y salió huyendo, sin darle chance a verlo.

La carta, sin embargo, había quedado a medio camino en la rejilla del casillero de su mejor amiga. Ella la tomó, la leyó, la leyó una segunda vez y luego se quedó en silencio.

La amenaza en esas palabras flotó encima de su cabeza durante toda la semana. Ella esperaba que su amiga le contara algo al respecto. Sabía que ya había recibido otras cartas. Entonces, ¿por qué su amiga no confiaba en ella?

La respuesta era simple.

Su mejor y única amiga sospechaba que ella era la persona detrás de esas feroces amenazas.

Su única amiga dudaba de ella.

Entonces una noche, Margot decidió romper la carta en pedacitos, y cuando observó los retazos de papel en el piso... pensó que eso era lo único que quedaba de una amistad basada en engaños y mentiras. De una amistad que nunca había existido. 









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