Capítulo 1

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Comienzo a pensar tonterías mientras mis pies caminan por las calles mojadas hacia la parada del autobús. Una lluvia torrencial echó a perder la ropa olvidada en el tendedero, dio luz especial con su rocío a los árboles y a las flores y puso a sudar a los autos, a los pobres que no pueden correr para taparse bajo alguna sombrilla y se tienen que quedar ahí hasta que un humano lo lleve a una cochera.
No soy de los que piensan mucho. En realidad, no pienso en nada. Nunca pensé por ejemplo, en cortarme el cabello, al menos hasta que no me dejen entrar al colegio por llevarlo "demasiado largo". Me encanta tener cabello tipo trapeador. No pienso en pasar el examen de álgebra, pero pienso hacer mi mejor intento. No todos los días me levanto pensando que voy a ponerme. No pienso en los errores que he cometido. Sólo hay una corta lista de las cosas en las que sí pienso: en el perro que me espera en casa; en música, hacerla, deshacerla, escucharla, crearla; en amigos; en ser feliz a costa de todo y en las chicas, obviamente.
Pienso, en comprar un disco viejo con olor a viejo, o en la próxima canción que podría aprender a tocar. Pienso que el destino pone las cosas en su lugar en el momento indicado, y entonces el destino pone Yellow de Coldplay a sonar en mi celular. Pico el botón de repetir, o como yo lo llamo el botón de "quiero escuchar esta canción hasta aburrirme". El destino puso en su lugar la canción perfecta para esperar el autobús. El destino pone en su lugar todas las cosas. Miro las estrellas, esperando que estén brillando y no lo están, se aparecen progresivamente en el cielo anaranjado y amarillo que despide la tarde y recibe a la noche. Entiendo por qué la canción se llama Amarillo, el atardecer tienen luces amarillas, las estrellas brillan usualmente en un tono amarillento, las señales de tránsito son amarillos –algunas–,hay flores amarillas, ropa amarilla, dientes amarillos e incluso la portada del álbum contiene color amarillo. Quizá el amarillo es un color inevitable para las personas. El amarillo llama la atención, porque brilla por sobre todos los demás colores.
En la parada del autobús el aburrimiento era también otra cosa inevitable. Recordando mi clase de Física sé que la Tierra gira alrededor del Sol gracias a la gravitación. Miro hacia la derecha e imagino que la misma fuerza que mueve los planetas es la que trae corriendo a una chica hacia mí. Bueno, no hacia mí específicamente, hacia la parada del autobús, cuyo autobús está a una cuadra de llegar. Quisiera saber más de Física para poder decir que la Física se aplica todos los días. Esta chica corre rápido dejando que vuele su vestido amarillo sobre sus piernas, otra cosa del destino: amarillo. Se detiene justo a un lado de mí, respira agitada y se apoya en sus rodillas. Mete la mano en su bolso para buscar algo, justo en el momento que el autobús para frente a nosotros. La chica suspira decepcionada y saca su billetera. No le quito la mirada de encima cuando sube al autobús delante de mí, paga su boleto y se sienta junto a la ventana. Pago mi boleto distraído por la chica. Cuando sea un viejo contare que estaba distraído cambiando la música de mi celular. Mentiría al decir que solo había un asiento vacío a lado de ella, en realidad había otros cinco asientos vacíos, pero tuve que sentarme a lado de ella porque si no lo hacía en ese momento, era nunca. La chica ensimismada busca de nuevo en su bolso un objeto desconocido, mira por la ventana para encontrar la ubicación del objeto a través del tacto dentro de ese desorden contenido en su bolso. No es necesario verlo para saberlo, todas las chicas tienen un desorden en sus bolsos. Saca de allí un reproductor pequeño y unos audífonos. Está ignorando el hecho de que hay un chico a lado de ella. Me quito mis audífonos para dar una señal de que no la ignorare, pero no sirve. Sigo observándola ensimismada, está pensando y sus ojos no se cierran, ni si quiera para descansarlos tras una larga noche de desvelo que se refleja en las bolsas bajo sus ojos. Memoriza el camino, eso lo sé pero quiero saber qué es lo que esconde con la mirada ida, que tiene entre las manos que tiemblan tanto, y en su respiración tan agitada y ruidosa.
Es una fracción de segundo en el que noto que su mirada cambia de objetivo y sus manos se pegan al vidrio como si intentara detener a algo. Me sorprendo a mí mismo mirándola tan detenidamente. Tocó su hombro y le digo:
—¿Sucede algo?
—Un museo.
—Lo sé.
—¿De verdad
—Sí, siempre visito el mismo.
La chica deja caer su cuerpo en el asiento, suelta la respiración y asiente con la cabeza.
— ¿Te gustan los museos?—Pregunto tímido, y valiente al mismo tiempo
—No diría que me gustan los museos, me gusta lo que hay en ellos.
— ¿Cómo qué?
—Ciencias... No todas las ciencias.
— ¿Qué ciencias?
—La física
La charla fluye exitosamente, esta chica quizá no me temía del todo, o solo la incomodaba.
—Hay un museo de Física... por...—Juego con mi dedo señalando alrededor—... allí.
— ¿Enserio?
—Creo. Es más fácil si solo te llevo, conozco como son las calles para llegar, pero desconozco que calles son.
—Entonces no sabes donde es, pero sabes cómo llegar.
—Exacto...puedo llevarte... si tú quieres.
—No, no gracias.
— ¿Por qué?
— ¿Cómo sé que no te perderás o que sólo estás intentando impresionar?
— Buen punto. — saco mi cuaderno de Física — aquí te demuestro que soy buena persona.
Ella comienza a reírse sin razón alguna
—Muy bien, muy bien... una buena persona con malas notas. Afortunadamente no soy oficina municipal porque a tu cuaderno le faltan sellos.— ella misma me da mi cuaderno. — mi nombre es E.
— ¿E?
— E —confirma.
—Muy bien, E. ¿Nos vemos aquí el sábado?
El autobús para. E baja de el sin despedirse ni decirme si quería que la volviera a ver. Rápidamente me giro a ver por la ventana del asiento y ella esta sobre la acera viéndome a mí, asiente con la cabeza y sonríe. Comprendo que tengo un compromiso el sábado.
No me importa si el autobús se pasó una parada para mi destino mientras platicábamos, bajo de él pensando en las ganas que tengo de que sea sábado y no martes, como hoy. Mis amigos dirían que busco chicas muy rápido o que soy un imán de ellas, y les doy la razón. La misma fuerza que nos atrae a la tierra es la misma que atrae a las chicas hacia mí. Chicas lindas les voy a presumir, pero ninguna de cabello castaño (esto se debe a que aquí prácticamente no existen chicas rubias), delgadas, con grandes mejillas y labios rojos, enormes ojos, piel morena, y voz aguda, ninguna como la chica que acabo de conocer. Como la chica que siempre soñé. Una chica que siempre quiera estar conmigo y se ría de todo lo que yo diga, que piense igual que yo, así podríamos odiar las mismas cosas e insultarlas hasta el cansancio. No una chica que me diga lo que ya sé, ni que me trate como un tonto, que crea saberlo todo o que piense que los hombres no tenemos corazón, porque así como a ellas les duele una infidelidad a nosotros nos duele igual. Odio el tipo de chicas que se maquilla en exceso para parecer, que se cree la última chica del mundo por ser "diferente", cuando todos sabemos que es única como todos los demás. No es necesario que una chica finja ser algo que no es solo para impresionar. Realmente detesto ese tipo de chicas narcisistas. Si yo quisiera tener una Barbie le robaría una a mi hermana. Definitivamente E es la chica perfecta para mí, ansío conocerla porque les voy a confesar que, en realidad, me aterra la idea de estar solo.
Pienso mucho cuando camino y eres afortunado de estar leyendo lo que pienso mientras. Mis ojos ven alrededor buscando una distracción, algo con que identificar a E, su rostro, su figura pequeña o sus manos temblantes. Sus manos temblantes. Sus manos tiemblan todo el tiempo ¿Por qué esta temblando ahora? Puede ser que le tema a algo, o que se esté perdiendo una canción en la radio, o algo hay en su mente más interesante que ver chico solamente. El mismo que está parado frente a ella cuando por fin es sábado.
—Hola E.
—Hola, chico.
—¿Por qué me llamas chico solamente?
—Porque nunca me dijiste tu nombre.
—Buen punto.
—Soy nueva en esta ciudad, créeme, ¿Dónde está ese museo?
—¿De dónde vienes? —digo ignorando ese museo.
—Creo que no importa de dónde vienen las personas, importa lo que son esas personas en ese preciso momento.
—¿No me vas a decir de dónde vienes?
—No.
—Entonces, ¿que eres en este preciso momento?
—Una chica, sola con un chico al que no le quiere contar nada de sí misma.
—Pero eres algo ¿no?
—Hay personas que no somos nada y a la vez somos todo.
—Eres materia.
—Soy materia.
E se sonroja con el comentario, no entiendo que tiene de lindo que ser materia.
—¿Te parece si me sigues?
—Claro, pero ¿Cuál es tu nombre?
—Mi nombre es C.
—Que ingenioso eres.
—Tú me diste la idea.
—¿Cómo puedes decir eso?
—De la misma forma en que te pregunto ¿Podemos ser amigos?
—Creo que sí— E responde con una sonrisa.
Comencé a caminar mientras ella hablaba. E siguió mis pasos confiando en mí. Es extraño como confía en mi. Puede que yo parezca un chico de confiar o ella es una chica muy ingenua. De cualquier forma prefiero que sea la primera, porque si E se confía en mí, tal vez eso no me hace una persona tan mala. A veces me gusta creerme que soy un imbécil, y luego demostrarme que no lo soy tanto.

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