Soy Apolo, pero puedes llamarme Papadopoulos, Lester Papadopoulos

593 32 50
                                    

αυγή  Ω  Aʟʙᴀ

Estaba en Florencia haciendo una excursión con mis compañeros de la asignatura de Historia del Arte de mi universidad cuando todo comenzó. 

Sé que no es el mejor incipit de la historia, pero, eh, nadie es perfecto. ¿Qué os pensáis que os contaría? ¿Que era hija de una diosa romana y que mi vida corre peligro porque todas las parejas de mi novio han muerto antes en terribles circunstancias? Puf, pedazo spoiler os haría. Aunque pensándolo mejor, mi reputación como reina de los spoilers seguiría intacta... ¡Nah, que no os voy a hacer eso! Comenzaré por contaros el contexto en el que empezó todo. 

Estaba en tercero de carrera deseando acabar ya la universidad para poder dedicarme a hacer lo que mejor sabía: investigar sobre Dante y procrastinar sobre entregar mis trabajos de doctorado sobre Dante para la universidad. Se me presentaba una vida gloriosa por delante. 

Y el principio del final pensé que comenzaba aquella mañana con la visita a la Galería de la Academia de Florencia. No me malentendáis, amaba el arte y siempre lo haré, pero después de estar cuatro meses viendo esculturas desnudas ya te cansas. Vas pasando por estadios. El primero es de admiración, el segundo es: "¿Por qué hacen todas tan similares?"; el tercero prometía: "¡Quiero aprender a hacerlo!"; la cuarta no tanto: "No puedo hacerlo"; y la quinta y última es: "Me aburro, ¿puedo volver al Sasso di Dante, per favore?".

Os reconozco que tengo una obsesión malsana con Dante. Es para que os vayáis acostumbrando con que voy a hablar de él mucho. Así que sentaos y relajaos.  

Era la anteúltima clase de la asignatura opcional de mi carrera de Humanidades. Todo tendría que ir bien. Solo quedaba una última charla. Iba a venir un profesor invitado de la universidad de Nueva York para darnos una charla sobre mitología griega y escultura la semana que viene. Ojalá en una clase de escultura te enseñasen a esculpir y no tanta técnica. 

Fui de las primeras de mi clase en entrar en el recinto. El museo acababa de abrir, por lo que era lógico que apenas hubiese gente. Estarían una mañana de viernes durmiendo y descansando en su casa. Normal, si hubiese podido yo también lo hubiese hecho. Madrugar es para cualquiera, menos para mí, un acto de salud y bienestar. Yo por otro lado podía estar hasta el amanecer jugando a algún vídeo juego. Cuando salían los rayos del sol era hora de irse al sobre y dormir hasta las dos de la tarde. Sí, señor. Eso era la buena vida. 

Bostecé por segunda vez desde que había pasado las puertas y solo pensaba en la comodidad de mi cama. 

–Señorita González–comentó mi profesor, el señor Inglese, en voz alta para todos–. Si tanto sueño tiene, ¿por qué no va a la máquina de café en lo que nosotros esperamos a los que faltan? 

Alguna risilla que otra sonó entre mis compañeros. ¡Claro! Como soy española y vengo de Erasmus soy tonta, ¿no? Le di un agradecimiento formal entre dientes y me fui, tal y como dijo, a la máquina de café a por un capuchino. El resto de café en Italia me sabía a tinta o a agua de fregar, dependiendo de si tenía mucha leche o ninguna. ¿Sería que los españoles bebemos demasiada leche con el café? 

Es igual. Traté de quitarme el sueño de los ojos cuando alguien me hizo otra pregunta. 

–Disculpa, ¿vas a pedir?–me preguntó un chico de pelo castaño. 

No sabría decir cuántos años tenía, solo que era un poco más alto que yo. Aún aturdida le negué con la cabeza indicándole que podía pasar antes que yo. Era un tipo de ojos azules, pelo castaño algo rizado que caía como una pequeña melena a ambos lados de su cara. Vestía un traje demasiado elegante a no ser que trabajes como vendedor de arte. Y demasiado estrafalario para un museo de arte renacentista. 

Eʟ ʟᴜᴄᴇʀᴏ ᴅᴇʟ ᴀʟʙᴀ | 𝑨𝒑𝒐𝒍𝒐 (𝑳𝒆𝒔𝒕𝒆𝒓 𝑷𝒂𝒑𝒂𝒅𝒐𝒑𝒐𝒖𝒍𝒐𝒔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora