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Ese era un día muy feliz. Se suponía que debía serlo.

Íbamos a casarnos.

Íbamos a unir nuestras vidas delante de Dios y los hombres, dejando en claro que el amor sería incondicional y para siempre.

Recuerdo que me sentía como la mujer más afortunada del mundo.

Te tenía a ti.

Llegué a la iglesia. Mi vestido era más blanco y hermoso del que hubiera imaginado. Mi cabello estaba suelto, largo, de ese pelirrojo color que te encantaba. Tenía una corona de flores que yo misma había hecho, y esperaba por ti.

Siempre era el hombre el que esperaba a la mujer en la boda, pero yo llegué.

Y tú aun no llegabas.

Esperé.

Esperé por horas.

Creía que quizá te habías arrepentido de querer unir tu vida con la mía.

No fue así.

El policía entró. Todos lo miraban sin entender.

Supe lo que había pasado incluso antes de que abriera su boca.

Mi corazón lo sabía, mucho antes de que él pudiera decir alguna cosa.

Sabía que habías muerto. Estabas muerto.

Estás muerto.

Tu auto chocó con ese camión.

No sobreviste.

Cole sí. Y lo vi malherido.

Me dijo tus últimas palabras.

"Esperé tantos años para que me dijera que sí, y ahora por fin estaremos juntos. ¿Lo imaginas, Cole? Vamos a tener pequeños Gilbert's y pequeñas Anne's. Es el plan de vida perfecto".

Creo que eso fue lo que me rompió.

Si tan solo... Si tan solo hubiera dicho que sí hace unos años atrás, estaríamos juntos.

Pero no fue así.

Y no me queda más que vivir con tu recuerdo.

Porque sé que jamás volveré a tenerte.

Cartas a ti (Anne x Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora